A continuación reproduzco las palabras más o menos leídas en la presentación de la Obra Poética completa de Emilio Sola, en edición de Oscar Ayala, que tuvo lugar el 20 de abril de este año en la Cátedra Alada del Balcón de Detrás del Ascensor, en la Facultad de Filosofía (Colegio de Málaga) de Alcalá de Henares:

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Hola a todos.

En primer lugar quiero agradecer profundamente a Emilio Sola, Oscar Ayala, Jesús Cañete y resto de amigos, y a todos los aquí presentes, la oportunidad de retomar un contacto que comenzó hace ya la friolera de 35 años, día más o menos….

Recién licenciado en Literatura Española, en 1983 obtuve plaza en el área de Bibliotecas Municipales de esta ciudad. Fue mi primer empleo fijo, como funcionario de este Ayuntamiento. Primero en el edificio que está en esta misma plaza, donde el archivo ocupaba la tercera planta desván y se amontonaban -supongo que ahora todo está mucho más ordenado- libros, revistas y documentos en desorden soñador que mis manos curioseaban, a la espera de que terminara de construirse la Biblioteca Pública Municipal Pío Baroja, también llamada, más cervantinamente, Biblioteca del Chorrillo.

Inicialmente fue poco más que 90 metros cuadrados en un bajo de la calle Paseo de los Pinos.

En ese mismo inmueble vivía la familia Ayala Flores, siendo uno de ellos un jovencito divertido, gamberro y guapo, de nombre Óscar.

Mientras toda la chavalería del Chorrillo venía a la biblioteca a buscar los libros de lectura obligatoria del colegio, cuando no a destrozarlos in situ, Óscar buscaba títulos curiosos, los leía, los comentaba, y pedía más. Entre el joven bibliotecario de 24 años y el estudiante de 15 o 16, surgió una amistad personal y literaria que se prolongaba en largas conversaciones alrededor de fragmentos de narrativa y poesía.

Recientemente, Óscar ha tenido la amabilidad de decirme que aquéllas conversaciones fueron parte importante en su decisión de encauzar su vida profesional y su actividad adulta por el camino de las letras. Será sin duda, uno de mis pocos argumentos de defensa cuando San Pedro me pregunte, “Y usté, ¿qué ha hecho de bueno?”

Con Óscar fueron viniendo luego Jesús Cañete y otros de cuyos nombres quisiera acordarme, pero no puedo. Nuestra común pasión literaria comenzó a pasar a la acción con la creación de una marca editorial, Fugaz Poesía, que celebró una lectura memorable la Capilla del Oídor, a finales de los 80. Nos honraron con su presencia Eduardo Haro Ibars, Pilar González Espaia, Paco Carpio, José María Parreño, José Luis Gallero y José Infante. Además de ellos, leímos textos los tres integrantes primigenios de Fugaz.

En 1987 me fui a la mili, que hice en la Prisión Militar de Alcalá Meco, como administrativo, no como interno. Seguía por tanto cerca de Alcalá, pero no en la biblioteca, que por esas fechas cerró su sede original para trasladarse a una mucho mejor, un edificio de nuevas dos plantas en calle Torrelaguna, donde sigue hoy día.

Creo que fue más o menos por entonces cuando entablamos contacto con Emilio Sola, llegado como profesor a la Universidad de Alcalá e n 1984, oficiante de un magnético y liberador poder de atracción sobre las generaciones venideras, un poder estimulante, de los que sitúan a cada cual frente a sí mismo, de los que te sacuden enterito para que se te caiga toda la piel y el músculo muerto, y las llaves inservibles, y hasta la cartera, para quedarte con lo que verdaderamente importa: el amor, la amistad, la literatura y el vino. Las fiestas en casa de Emilio fueron, como aquella lectura poética de la Capilla del Oidor, fueron también memorables. Dicen que el guionista de “Resacón en las Vegas”, que pasó algunos meses de juventud estudiantil en Alcalá, se inspiró en una de las fiestas de Emilio para su obra maestra.

Y había libros, muchos y buenos libros, y trabajo, mucho y bueno igualmente, porque la disipación, sin una fuerza centrífuga que le dé sentido, termina pronto con uno.

En 1989 tuve la suerte o la desgracia de obtener plaza como documentalista en Telemadrid, que empezaba sus emisiones aquél año, y dejé Alcalá. Cuatro después me fui a Francia, para trabajar en Euronews, la televisión europea; volví en el 98, a Telecinco, donde estuve hasta 2007, que me fui a Antena 3, hasta 2011, cuando me establecí por cuenta propia en el negocio de la comunicación, con Reportarte, un modesto taller de vídeos que me da para vivir, y así hasta hoy, 20 de abril de 2018, día en el que la publicación de la obra completa de Emilio, y el tesón de Óscar persiguiendo mi rastro por las redes sociales, me han vuelto a traer a Alcalá.

A la hora de preparar esta intervención he buscado primero textos de Emilio escritos más o menos en la década en la que coincidimos en esta ciudad. Y para mi sorpresa he encontrado cierta similitud de sensibilidad y tratamiento entre los versos de Emilio, y -con perdón por la inmodestia- otros míos escritos en aquellos años. Si esa similitud se confirma, ya tendré por lo menos dos razones que esgrimir ante San Pedro. Significaría que hemos compartido no sólo época y ciudad, sino una pasión similar por la vida y sus secuaces, las palabras.

Escribe Emilio:

 

Para llegar a un cuerpo mío ajeno —has de matar mis pasos he de negarme nadie— Llegar término vago

Pozo profundo el abandono el no poder pactar con quien tú amas o quién ama por ti que te equivocas

ósculo en la paz de las tinieblas beso en el sexo de la noche Quiero nombrar tu oscuro nombre meter mi dedo por tu culo negro desgarrar los tejidos de tu ojo que de tanto mirar me está insultando oh cuerpo destrucción obsceno cuerpo

vagina inmensa de orín turbio llena

pulpo gigante ameba blanda roca catarata de sangre ¡Con qué luchar si es todo lo que tengo!

Si me han creado monstruoso cómo exigir la luz cómo hollar con mi pie su hermoso campo libertad vegetal suprema virgen árbol de copa generosa plaza calle y habitación del pájaro

 

Canto a Mahbés

 Sobrevolar la tierra a gran altura astronauta feliz orgasmo gozo cuando vientos te abaten y remontas y abajo costas ríos cordilleras simulan dibujar de un pozo de aire el fondo

Sobrevolar la tierra como un águila sus alas desplegadas a vientos circulares su breve cuerpo todo pluma al son de música tan bella como antigua

Sobrevolar bajito como mosca que conoce la tierra y el terrón y los habita montes para ella elevados su mundo de aire en recovecos preso… …

o no poder volar pues hombre solo grávido y firme a tierra cual reptil o animal cavador de las trincheras espejo de aquel vuelo alto y redondo

¡Oh Mahbés la encantada cómo amara espejismo en la tarde verte en alto suspendido por siempre el cinturón de la muerte que ciñe tu cintura de reina del desierto enamorada!

¡Oh ciudad gran sepulcro circular pavoroso!

 

Cuando nos conocimos, Emilio andaba en la publicación de “Los Hijos del Agobio”, una novela espejo de toda una generación apabullada por las drogas, la libertad, la pérdida de la inocencia y la colisión con un entorno que le venía estrecho.

El siguiente poema es quizás una síntesis de aquel espíritu y una muestra fabulosa de la capacidad de Emilio para unir narrativa y poesía, en una secuencia prácticamente cinematográfica:

 

De Los Hijos del Agobio

Allá abajo, tendido bocarriba en postura rara de cuerpo roto o dislocado sobre la última de las rocas del acantilado a medias cubierta por el agua, como sobre una camilla gris oscura o casi negra que se adentrara en el mar, que intentara zarpar con la próxima marea, la cabeza acariciada por las mini—olas que sus ojos parecían muy abiertos mirar, estaba el cadáver inmóvil de Colocado.

A su lado, entre la roca plana y otra más arriscada y alta, en grieta sombría que el sol muy bajo ensombrecía más aún, estaba el retorcido esqueleto de la moto, plateado, rojo y negro, la rueda delantera informe, el depósito de gasolina con el tigre bizco a la altura de su mano izquierda, en lo más oscuro de la grieta el piloto del guardabarros de la rueda trasera que titilaba.

Mata Maxa creía haber visto unos segundos el perfil del colega muerto cuando ya estaba en el aire, casi rotando el manillar, como cuando Yoniyón se apalanca, y estaba convencida de que hizo un movimiento de mano que ella interpretó despedida, y de que lloraba.

 

Hay también un Emilio muy del 27, de la generación del 27, quiero decir. Y si no, escuchad como resuena Cernuda:

 

[De La Isla, 1974]

VIVÍA SOLO PARA SU VIVIR Y LA TERNURA Viajaba solo con lo puesto

Nadie podía hacerle daño porque estaba dañado ni quitarle sus cosas porque nada tenía

Su miedo era profundo como un pozo y alcanzaba a más lejos que la muerte

Y vivía aún por la ternura

ese puente

la escala hacia los cielos el camino que une dos abismos…

Conoció mil miradas compañeras y a todas dio su cuerpo único algo suyo él transformó en belleza lo más burdo y su amor no tenía por qué ser de la carne

Solo trajo consigo la pobreza y no quiso luchar para perderla único bien con la locura que tenía…

Vivir-morir sencillamente como un pájaro o como un cerdo o como un hombre

¡Ay mar azul!

contempla tantos ojos cansados de mirarte tantos ojos serenos frente a la única luz todos inmersos en el mismo azul

Fugacidad del hombre siempre en busca de algo que debe ser azul

Ver en la isla el vuelo de las aves

es vivir esperando…

 

Y en el siguiente texto de 1976, están Cesar Vallejo y está Alberti también:

 

Vivir siempre es mortal

Alzarse en vuelo libre

rozar las nubes con tus labios soñar un mundo hermoso… siempre es mortal amor aunque más tarde sea luz eterna… mortal también al fin

Mas pienso en este pueblo herido por el viento pueblo a quien tan amado yo maldigo…

Caótico el recuerdo me confunde

Juan Herrero en su fragua tal vez soñara un viaje hacia las Indias

Cristóbal Panadero tal vez en su tahona viera ángeles

Antón el Leñador pudiera desear ser marinero y el Cimarrón Arcadio piel oscura soñó sin duda poseer su tierra para sembrar maíz aunque el pedrisco…

No quiero nombres propios solo la luz modela formas solo un aliento cerca te muestra vida

solo te hará feliz poder nombrar tu nombre…

Vivir siempre es mortal…

pero la vida sigue.

 

En Nuestra Canción, dedicado a A Pelusa Bellosillo, nuestra voz, ¿no oís la voz de Aleixandre?

Cuando hacia el fin nos llegue la hora del silencio esta carne gozosa puñado de recuerdos sentiremos la luz reflejo de este cielo

Perfiles coronados frente al mar vibrantes labios que besaron aguas caricias a la arena y manos blancas cuerpos radiantes sobre tantas playas

Imágenes fugaces puñado de recuerdos mujer que fuiste bella imagen de mi cuerpo sentiremos la luz reflejo de este cielo

La canción silenciada una mañana sagrada música renacerá nuestro vivir no fue aventura falsa camino equivocado o triste farsa

Cuando por fin nos llegue la hora del silencio radiante como un dios pequeño e indefenso mas inmortal recuerda conmigo nuestro cielo

Porque nadie nos dio una herencia clara un amor compartible la palabra unimos nuestros cuerpos y en la paz la luz intensa generoso mar surgió la vida nuestra vida amada que al fin se va que al fin se va se va

Pero a tu lado estoy mujer en tu silencio como tú al lado mío ocultando este cuerpo que hermoso fue con túnicas tejidas por un tiempo hermoso y compartido

Tenemos un secreto nunca estuvimos solos nunca estuvimos muertos

Dejamos una herencia de lucha en el silencio

 

Emilio, poeta de la pasión descarnada, de la luz del sur y de la lucha por encontrar un lugar personal y colectivo donde vivir se corresponda más o menos con los sueños, es digno heredero del 27, y prolonga en los 80 sus múltiples formas de expresión, siempre libre, siempre intensa, siempre auténtica.

Muchas gracias.

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