Room to Dream (Espacio para soñar) es la biografía oficial de David Lynch, escrita por Kristine Mckenna y comentada por el propio David. Contiene multitud de anécdotas interesantes sobre la génesis de las pelis geniales, pero sobre todo interesa para comprender la personalidad del genio.

De todo lo leído y disfrutado, me quedo con dos cosas: la importancia de la inspiración temprana -experimentada por Lynch al conocer de adolescente a un artista bohemio que le hizo saber que es posible vivir del arte- y la de mantener el rumbo. Esta segunda se concreta en el texto de Robert Henri, The Art Spirit, publicado en 1923, y que fue para Lynch una auténtica guía espiritual en el camino de su vocación. Básicamente, Henri viene a decir que si uno quiere ser artista tiene que mantener un foco constante, irrenunciable y apasionado en su propia vocación, y saber por tanto gestionar las distracciones y pulsiones que le alejan de ese foco para que no den al traste con el proyecto. Sin romper nada, sin aspavientos románticos, pero con la determinación que da el libre albedrío.

También resulta admirable la amistad de David con Jack Fisk, iniciada en los años de juventud universitaria y mantenida durante toda la vida. Ambos leían The Art Spirit y compartían el objetivo. La vida son curvas, obstáculos, historias, peripecias, pero si uno sabe lo que quiere no hay fuerza capaz de retenerle. Vocación, tenacidad y amistad -al menos de una persona que comparta el viaje-: posos de un espacio para soñar.

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