Leo el artículo titulado «Bioluminiscencias», de Antonio Muñoz Molina, publicado el 5 de Mayo, y me entra un escalofrío de comprensión y hermandad, y al mismo tiempo vergüenza por considerarme alma gemela de un tipo tan grande como Muñoz Molina.

En tiempos de crisis, conmociones y cambios que hacen dudar de los fundamentos mismos de la civilización y la conciencia, la Naturaleza, con mayúsculas, está ahí para recordarnos no sólo que somos una minúscula mota de casi nada en la infinidad (aspecto negativo), sino que también somos parte de una historia natural cuya belleza, alcance y trascendencia está millones de eones luz más allá de las pequeñas miserias cotidianas.

D. Antonio, que creo que ya merece este nombre, simplemente reseña su visita a la nueva exposición del Museo de Historia Natural de Nueva York, así titulada, «Bioluminescencias». Pero en los párrafos con los que la describe, y sobre todo en la emoción que transmite, hay mucho más que una reseña museística. Hay fogonazos de infancia con la nariz aplastada en las vitrinas de las urnas del Museo de Ciencias, fascinada la mirada por el gesto salvaje del lobo disecado, el mandril furioso o la variedad asombrosa de matices colorísticos de los lepidópteros pinchados por un alfiler y alineados en un box formolizado, cada cual con su etiquetita caligrafiada con nombre en latín.

Alma gemela, sí, como tantas otras de chavales fascinados por el Museo de Ciencias, Gabinete de Curiosidades, Historia Natural, maravillas infinitas, que suele ser lo mejor de muchas ciudades: Nueva York, Londres, París, Madrid, por supuesto, pero también Estocolmo, Viena, Budapest… Puede que la literatura se hiciera universal en el Renacimiento, pero la Ciencia lo hizo en el Siglo de las Luces, durante el cual se gestaron estos Museos, evidencia de un amor infantil a las conchas, los fósiles y las selvas. Si hasta Newton lo dijo: «sólo he sido un niño jugando con las conchas en la orilla del océano del conocimiento».

Y por si alguna vez D. Antonio lee este post, recomendarle, a él y a todos vosotros, este libro:  «Los Grandes Naturalistas» , de Robert Huxley, editado por Ariel. Es un repaso a la vida y obra de Teofrasto, Plinio el Viejo, Gessner, Hooke, Hans Sloane, Linneo, William Bartram, Lamarck, Duvier, Humboldt, Audubon, Wallace, y Darwin, entre otros admirables ejemplares de la raza humana que han dedicado lo mejor de sus años, su tiempo y sus viajes a intentar descifrar los fabulosos enigmas de la Historia Natural, o al menos a contar sus aventuras intentándolo.

 

 

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One Response to Bioluminiscencias: notas de lectura

  1. Alfonso Goytre dice:

    Tu comentario es extraordinario y está muy cerca de ponerse a la altura del artículo que comentas de D.Antonio.-

    Mi más cordial enhorabuena y estoy seguro de que el gran articulista y escritor,te pondrá unas letras dándote las gracias por tantos elogios como, por supuesto, mmerecidamente, le dedicas.-

    Un abrazo.

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