El Viaje a Perú
Bueno, pues aquí están las series de fotos correspondientes a las cinco etapas del Viaje a Perú de Agosto 2010:
1. Lima. En la capital paseamos por el centro histórico, visitamos antiguas bibliotecas, vemos la tumba de Pizarro y los museos de arte y antropología (muy recomendable el Museo Larco para un primer asomo a las culturas prehispánicas). En los museos encontramos varios ídolos de madera con la «Oreja Rota», primero de los guiños que en el viaje descubrimos con respecto a la trilogía de Tintín dedicada a los Andes y la Amazonía… (La Oreja Rota, El Templo del Sol y Las 7 Bolas de Cristal). La última noche cenamos en la Rosa Náutica, un bonito restaurante con forma de «peer» inglés asomado al Pacífico.
(Recordad que si queréis ver las fotos a pantalla completa hay que pulsar el botón del ángulo inferior derecho del visor, y luego «Escape» para volver a la página normal)
2. Puno y Lago Titicaca
Directamente desde el nivel del mar volamos a Puno, en el altiplano andino, a 3.800 metros de altitud. Tomamos todas las precauciones para prevenir el mal de altura: comidas ligeras, mucha agua, algún mate de coca o -mejor aún- de «muña», una excelente yerba infusión digestiva… Los días son espléndidos de luz y claridad. También hay que dosificar los esfuerzos para compensar la menor disponibilidad de oxígeno, pero todo va de maravilla. Puno está a las orillas del Lago Titicaca. Desde la terraza vemos por la noche la Cruz del Sur y otras constelaciones del hemisferio sur. De día navegamos hasta las islas flotantes y canasteras de los Uros, y también a la más lejana de Taquile, donde tras almorzar a cuatro mil metros de altura sobre un lago limpio y refulgente asistimos a un curioso ritual mezcla de baile folclórico y botellón de litronas… El atardecer nos pilla de vuleta a puerto y nos regala algunas de las fotos más bonitas de la serie y de todo el viaje.
3. Cuzco
La antigua capital del Imperio Inca está a 3.400 metros de altura; aquí nos pilla confiados y nos atrevemos con un estofado de cordero con papa amarilla, delicioso, pero que tardaremos tres días en digerir (la digestión es una actividad que requiere gran cantidad de sangre y oxígeno, escaso en la atmósfera allá…). Resultado, un par de días de retortijones, pero amortiguados por la «muña» no impiden seguir con los paseos y las visitas! Vemos la magnífica Plaza de Armas, llena de vida al atardecer (qué pena que los montes alrededor imposibiliten un ocaso más gradual y lento; sería majestuoso). Visitamos Catedral, Iglesias de Jesuítas, Barrio bohemio de San Blas… En los alrededores, las ruinas de Sacsahuayman, Quenco y otras que nos van preparando para el apoteósico Macchu Picchu. En las ruinas de Puka Pukara una joven turista peruana posa involuntariamente contraponiendo su bonita figura a la grandeza de los valles históricos. Por la noche cenamos en el Hotel Monasterio y paseamos un poco más por la noche Cuzqueña, todavía rebosante de vida, de nítido sabor peninsular…
4. Machu Picchu
Y llega el turno del mítico Machu Picchu… Hemos dormido en la base de la montaña, en la localidad de Aguas Calientes, y antes de amanecer subimos en bus las vueltas y revueltas que conducen a las ruinas. Con la fortuna suficiente para asistir al amanecer que ilumina gradual y directamente toda la ladera de la ciudad que fuera santuario cultural y religioso de los Incas. El lugar, desde luego, sobrecoge. El «Pan de Azucar» del Huayna Picchu sirve de fondo a algunas fotos que no por clásicas dejan de ser muy gratas de tomar. Luego ya caracoleamos por las diversas áreas de las ruinas, apreciando detalles, con un estupendo guía que nos cuenta anécdotas históricas del lugar y del vecino Choquequirao -accesible sólo mediante tres jornadas de trekking por caminos andinos vertiginosos- el lugar donde se refugió y fue capturado el último inca, Tupac Amaru. Nos explican también la técnica de construcción del lugar, combinando las formas naturales de piedras gigantescas con otras labradas y movidas de lugar; Machu Picchu es en realidad una ciudad esculpida en la montaña. Aún así, las terrazas agrícolas se prolongan escalonadamente valle abajo. De regreso a la base en Aguas Calientes, no podemos evitar comprar el librito de Hiram Bingham, el moderno descubridor de Macchu Picchu, que leeremos en los trenes y aviones de regreso con la curiosidad fresca y avivada por los lugares recién visitados.
5. Y tras el empacho de cultura y grandiosidad humana de Macchu Picchu, vuelo directo a Puerto Maldonado, en las estribaciones de la Amazonía Peruana. Dos horas de bote remontando el Río Tambopata hasta el EcoLodge Libertador, donde nos alojamos en cabañas de madera con todas las comodidades, excepto la electricidad y la telefonía fija o móvil… ¡El paraíso! Durante tres días nos emborrachamos de naturaleza; hacemos excursiones a pie o en bote para avistar raras especies, magníficamente guiados por Elvis, que descubre presencias allí donde nosotros sólo vemos vegetación… En las caminatas de día avistamos el raro tucán, troconos de pecho colorado, garzas leopardo, caimanes… Elvis nos avisa de la proximidad de algunas tarántulas y nos hace fotografiarnos junto a algunos de los ejemplares de ceiba -una especie de ficus- más altos del mundo. Se alegra especialmente cuando descubrimos en un lago a un grupo de lobos de agua, nutrias gigantes de dos metros que recorren las aguas merendando su plato favorito: pirañas, a las que echamos galletas para que vengan más… De noche caminamos para encontrar insectos palo, serpientes, mantis, más arañas… y cogemos el bote para molestar a los caimanes que se acercan a ver si somos comida fácil. Queda un rato para apostarse junto al bebedero de colibríes, donde acuden un par de especies de este pájaro fabuloso, rapidísimo y fugaz. Y otro para leer «Donde los Andes encuentran al Amazonas«, una obra magnífica editada por Jordi Blassi donde se cuenta la historia de estas regiones, desde el descubrimiento hasta las fiebres del oro y la más sanguinaria del caucho, pasando por el descubrimiento del árbol de la quina, antídoto contra la malaria (por cierto, nos tomamos la profilaxis preventiva, Malarone, y a pesar de los miedos no nos da ninguna reacción adversa; además no nos pica ni un mosquito, claro que íbamos empapados en Relec). Los días en la reserva del Tambopata resultan sencillamente inolvidables e inoculan en nuestra sangre un virus benéfico de querer volver a esta tierra salvaje y fantástica.
En resumen, un viaje muy satisfactorio y recomendable. La gente de Perú, igualmente muy cortés y abierta para ayudar al turista. Claro que hay barrios y circunstancias a evitar, pero la tónica general es de un alto nivel de servicios y hostelería. Incluso el «usted» de reminiscencias coloniales (que acaba contagiando al viajero) resulta hoy exótico y encantador. Más info: www.peru.info
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Hola Alberto,
Ya veo que has disfrutado este verano en Perú, yo estuve allí hace ahora 6 años y la verdad es que es un país increíble. Fantásticas las fotos, me ha recordado mi periplo por aquellas tierras, bien es cierto que no hemos coincido del todo en el recorrido elegido, pero sí en muchos puntos. Es una pena que no hicieras el Camino Inca de 4 días hasta llegar a Macchu Picchu, la llegada a la puerta del sol, cuando te encuentras con el yacimiento al completo después de 4 duras jornadas es una recompensa inigualable!
Gracias tus comentarios y fotos, me han hecho recordar mucho mi viaje.
Un saludo
Gracias, Ana, me alegro de haberte recordado una buena experiencia. El Camino Inca es demasiado desafío para un cuarentón de 82 kilos sin preparación específica… Ojalá algún día me ponga más en forma y prepare lo suficiente para poder hacerlo, porque en efecto tiene que ser una experiencia genial. Nos subieron a Machu Picchu al amanecer, desde Aguas Calientes, y ese momento es de alta densidad emocional…
Bueno, bueno, no te quejes tanto. Yo casi rozo los 40, con algún kilo menos eso sí, pero sigo subiendo monte. Seguro que si te lo propones también tú puedes hacerlo.