El Capitán FitzRoy intenta convencer a Darwin para que demuestre experimentalmente las verdades contenidas en la Biblia.

Acodado en la neblina, recuerda

leyendas bíblicas que quisiera

probar con la certeza de la ciencia,

él, Fitzroy, en su buque, el Beagle.

Le invade un entusiasmo que precisa

otra voz para verse reflejado,

y llama al joven biólogo del barco.

Le muestra la alta noche, y el proyecto

sublime que regala a quien disponga

de voz y posición para expresarlo.

Darwin, sin embargo, no comparte

su idea de la Creación, o del Diluvio;

prefiere creer a los fósiles mudos.

Por eso quiero hoy brindar por su enemigo:

porque quizá sin él no encontrara motivos.

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