Tenía la esperanza de que alguna de las sombras

que andaban hacia mí, cruzaban a mi lado,

y desaparecían, fueras tú, cuando, de noche,

volvía a la estación, bajo la lluvia y solo.

Lo hubiera dado todo por volverte a detener,

hablarte unos segundos y grabar en mi memoria

tu nítida belleza, que ahora casi se me olvida.

Verte me animaba, que eras como el faro

que alumbra la agonía y anuncia su fin.

Tenía la esperanza de que alguna nueva tarde

volviéramos a hablar, más reposados,

sabiendo qué decir, sin aspavientos, qué callar,

dejándonos oir, oyendo los latidos

de aquel amor inerme que quería florecer.

Sé que adivinabas en mí la solución

al dédalo de sombras y lentas concesiones

que lucho aún por descifrar, y todavía en vano.

Con algo de costumbre, sin motivo, te esperaba

en todas las siluetas, que todas eran bellas

entonces, en la sombra, a la luz de mi amor.

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