Es el claro vacío donde ofrecen

su luz a la leyenda las estrellas,

el ánimo que mueve las palabras,

el aire donde tiemblan, y la voz

necesaria que traduce su misterio.

Del jazmín como la quieta esperanza

que a los hombros desnudos, o al oscuro

incendio que los cubre, le reclama.

La orilla que dispone sus arenas,

su preciada impureza, su tesoro

de cristales perdidos y de huellas;

un firme desconcierto: como el turbio

rumor de los andenes y las plazas.

La rítmica razón que justifica

divinos presagios: es el silencio.

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