Elegía del Mediterráneo
Mi Sur, cuando quiero, entre la bruma,
desde el Norte de mi espíritu, volver
a tu jardín, y allí con las estrellas
fugaces del rocío, con las hojas afiladas
de la palma, dibujar, y en el agua que se evade
de la sombra a los jazmines, y se abraza
entre piedras y raíces, elevar
leyendas como quien escalas canta
desde su celda a su cielo, pero no puedo;
cuando quiero iluminar con tus azules
primaveras la desolada región
donde he caído, donde no vivo;
cuando creo que ya no me perteneces,
sino al nítido dominio de la ausencia,
maldigo el afán y reniego del ángel
que a tus brazos, entre las vocales,
me convoca: me confunde, y me afirma
en la fe de la ignorancia, y el esquivo
tesoro de lo eterno se me pierde
cual nieve entre las manos, como espuma.
Pero no me resigno: me detengo
callado ante los verbos que te evocan,
esperando quizás que de la blanca
distancia o en el trémulo sonar
de la palabra fuente, pájaro, selva,
geranios o arrayanes, albercas o milagros,
en la mutua fantasía de unos labios
que me escuchan y mi amor que las pronuncia,
no el camino, ya lo sé, pero las luces
al menos de tus noches quizá vuelvan,
y con ellas la tenebrosa deriva
donde mis días suceden se renueve,
confiando al crecimiento de los tenues
pensamientos y los dulces heliotropos
la tarea final: quebrar el imposible
montón de sinsentidos,
el bosque de estaciones detenidas,
en cuyo centro, aún, te nombro y tiemblo.
Mi tierra del Sur, margen del Mediterráneo,
blancas avenidas donde los colores
su ley antigua imponen, y recuerdan
la fórmula directa de la maravilla;
no es posible las alamedas exhaustas
de vegetación e inverosímiles insectos
que, en la arena, perpetúan
esta fiesta diamantina del verano;
no me parece justo la clave
que tus olas blandamente depositan
a los pies de las amigas, traídas
para ellas desde las islas griegas,
tan fácilmente al silencio, pretextando
labores de la edad o inexplicables
accesos de tristeza, rendir sin más.
¡Mi Sur, mi pasión, mi corazón, ahora
que las voces de la indiferencia sugieren
un abandono que no debes conceder,
demuestra tu temple, la irrebatible
ascendencia que te liga al paraíso,
y al desastre, y a la luz, y a la única
de las formas comprensibles de poesía!
Permite a los ausentes el dudoso
beneficio de un equilibrio que nada
te puede a tí ofrecer, que todo en tí es la voz
necesaria que precede a las palabras.
Hola, soy Alberto. !Bienvenid@ a mis páginas personales! Aquí encontrarás literatura y comunicación en diversos soportes: textos, fotografías música, voces… ¡Pásalo bien!
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