Alborada, de Asoka Handagama: la primera Josie Bliss en cine
Pocas mujeres han inspirado poesía de tanta calidad como Josie Bliss, pseudónimo social de la amante birmana de Pablo Neruda en Rangún, entre mayo y octubre de 1928. Su verdadero nombre, según Eda Cleary, fue Ma Noy Thein, que Neruda interpretaba jocosamente como «Mañote». Os recomiendo encarecidamente la lectura de este artículo escrito por Eda Cleary en 2015, que supuso el inicio de la reivindicación de Josie como alguien diferente, más complejo y más humano que el arquetipo literario de la «maligna» del Tango del Viudo. En él encontraréis una descripción completa, ilustrada con fotografías, de la peripecia amorosa que vivieron Josie y Pablo, o Ma Noy Thein y Ricardo, y que está en la génesis de algunos de los mejores versos de Residencia en la tierra.
La importancia de aquellos cinco meses de amoríos monzónicos en Rangún queda patente cuando Neruda recuerda en sus Memorias (Confieso que he vivido), su regreso a la ciudad en 1957: «Se cumplían treinta años de mi residencia en la tierra, de mi residencia en Birmania, durante la cual, estrictamente desconocido, escribí mis versos«. (p. 251 de la edición de Círculo de Lectores, 1975). En aquel viaje, treinta años después de la intensa relación con Josie, el poeta intentó localizarla, sin éxito: «Ni sombra de Josie Bliss, mi perseguidora, mi heroína de Tango del Viudo. Nadie me supo dar idea de su vida o de su muerte. Ya ni siquiera existía el barrio donde vivimos juntos» (p. 252). Quizás por viajar acompañado de Matilde Urrutia, tampoco insistió mucho en la búsqueda; seguramente entonces todavía quedaba alguien en los círculos diplomáticos de Rangún que hubiera podido recordarla, si es que al regresar de Ceylán retomó su vida en aquellos ámbitos sociales. O quizás sucedió que Josie se quitara la vida en alta mar, en el barco que la llevaba de vuelta desde Colombo a Rangún, tras el viaje que hizo en 1929 para intentar convencer a su amante de que volviera con ella, otra vez a escuchar los discos de Paul Robeson, otra vez a quererse como desesperados en la cabaña nocturna de teca e incontables aromas, otra vez a dejarse rondar en el sueño por el reflejo plateado del gran cuchillo de cocina. Ella sí fue capaz de encontrarle.
En 2022 se estrenó en el Festival de Cine de Colombo la primera película (que yo sepa, ya me diréis si hay otra) sobre los amores de Josie y Pablo: Alborada, del cingalés Asoka Handagama. No intentéis encontrarla en plataformas ni redes. Yo he conseguido verla tras escribir al director, que amablemente me envió un enlace con código de acceso, para visionado personal y no para difusión general. El trailer puede verse aquí:
De nuevo os recomiendo otra lectura de Eda Cleary, que estuvo en ese festival, y conoce la historia como pocas personas.
Yo estuve en Wellawatta, el barrio de Colombo donde residió Neruda en 1929, noventa años después, en agosto de 2019. De aquella visita escribí esta crónica en mi blog. La casa donde vivió el futuro premio Nóbel fue derruida para levantar el edificio actual. De la casa antigua da testimonio alguna foto de Lionel Wendt, amigo de Neruda en aquellos años. La reconstrucción de aquellos espacios, donde transcurre gran parte de la película, en estancias interiores o en la playa cercana, en Alborada es muy sugerente. La interpretación de Malcolm Machado como Ratnayake, el sirviente tamil de Neruda, a quien él llamaba Brampy (definitivamente, al genio lírico no se le daban bien los nombres asiáticos) es sobresaliente, como también el actor español Luis J. Romero en el papel de Neruda, cuyos días en Wellawatta transcurrían entre botellas de whisky, pipas de opio, amoríos con otras frecuentadoras de círculos diplomáticos, paseos por la playa con su mangosta Kyria, y naturalmente libros, muchos libros, y poemas, y cartas a Héctor Eandi, gracias a las cuales conocemos detalles de aquellos tiempos. A Josie la interpreta la actriz Anne Solen Hatte, también de manera convincente, aunque un personaje de tantísima densidad y facetas, capaz de inspirar algunos de los versos más brillantes de la poesía en español, plantea retos muy difíciles. La fotografía y el ritmo narrativo de Alborada son dignas de un gran director.
Desde luego, la actitud de Neruda con las mujeres durante sus años en Asia no fue la de alguien muy sensible al sufrimiento ajeno. En Birmania dejó a una Josie destruida, aún admitiendo que la dejó por salvar su vida, y que tampoco hay que dejar de creer los testimonios del poeta que se quejan de que, además de rondarle con el cuchillo, ella intervenía su correspondencia y retenía los telegramas, ejerciendo un control amoroso radicalmente posesivo y asfixiante.
En Ceylán, Neruda protagonizó un episodio, narrado por él mismo en sus Memorias, que ha dado lugar a su definitiva cancelación en algunos círculos feministas: la violación de una sirviente Sakkili, casta inferior tamil dedicada a las tareas más sucias y denigrantes, como la limpieza de retretes y desperdicios, a cuyos miembros se conoce como «Intocables». Naturalmente, Neruda no lo describe como una violación, sino como una extraña relación pasivamente consentida:
«Una mañana, decidido a todo, la tomé fuertemente de la muñeca y la miré cara a cara. No había idioma alguno en que pudiera hablarle. Se dejó conducir por mí sin una sonrisa y pronto estuvo desnuda sobre mi cama. […] El encuentro fue el de un hombre con una estatua. Permaneció todo el tiempo con sus ojos abiertos, impasible. Hacía bien en despreciarme. No se repitió la experiencia» (p. 109).
El único atenuante válido para Neruda en este caso es su propia confesión; si él mismo no lo hubiera contado seguramente nunca se habría sabido. Cuando escribió sus Memorias, en 1972-73, al final de su vida, seguía considerando aquel episodio un recuerdo erótico-amoroso de carácter peculiar, pero obviamente no un delito o una falta moral inconfesable.
A diferencia de Josie, aquella mujer Sakkili no tuvo nombre propio. El escultor cingalés Sarath Chandrajeewa publicó en 2021 Lamentation of the Dawn. Or the complaint of a nameless toilet cleaning woman, un relato basado en testimonios de supuestos descendientes y familiares de aquella mujer sin nombre. Según sus versiones, la violación tuvo consecuencias nefastas para ella; quedó estigmatizada y solo pudo casarse con un anciano, a cuya pira funeraria tuvo que arrojarse embarazada poco tiempo después. Sus familiares acosaron a Rathnayake, el sirviente de Neruda, exigiendo reparación. Asoka Handagama me precisa amablemente en nuestra correspondencia que Chandrajeewa escribió su relato después del estreno de Alborada, como un intento de reconstrucción de «hechos reales» frente a la «ficción» proyectada por la película.
Hay otras versiones: según el escritor Tissa Devendra (1929-2023), la mujer Sakkili quedó embarazada de Neruda, pero este procedió caballerosamente a maridarla con su propio criado Ratnayake (Brampy), aportando los fondos necesarios para la educación de la pequeña, a la que se llamó Imelda, creció feliz, y a quien el propio Devendra asegura que encontró en los años setenta en México felizmente casada con un diplomático chileno de nombre Ronaldo Frei (!), que había sido funcionario de la FAO en Sri Lanka. Esta asombrosa versión está en el relato Brumpy’s Story, uno de los que componen la colección del libro On Horseshoe Tree, publicado en Colombo en mayo de 2005. De momento no he sido capaz de encontrar ninguna referencia sobre Ronaldo Frei; supongo que en las oficinas de la FAO en Sri Lanka debería haber aún registros sobre él. Recordemos que un Eduardo Frei fue presidente de Chile de 1994 a 2000. En su libro Lamentation of the Dawn, Chandrajeewa dedica un capítulo a desmontar la veracidad de esta historia de Tissa Devendra.
En Alborada, el encuentro de Neruda con la intocable Sakkili es, desde luego, una violación, con importante despliegue de violencia física. Tiene lugar después de la partida de Josie, al final de la película, cuyo interesante desenlace no voy a revelar. Quizás dentro de un par de años, cuando se celebre el centenario de la estancia del poeta en Birmania (hoy Myanmar), Ceylán (hoy Sri Lanka) y Batavia (hoy Yakarta, en Indonesia), vuelva a poder verse en circuitos de proyección. Si fuéramos suficientes los interesados, yo podría solicitar al director Handagama autorización para una proyección colectiva en Madrid, no lucrativa, con posterior debate, y si algún mecenas quisiera patrocinar esa proyección podríamos invitar al propio director, o quizás interactuar con él por videoconferencia, y naturalmente invitar también al actor español Luis J. Romero. Me consta que Eda Cleary ha promovido proyecciones para públicos interesados en Chile -escritores, académicos, periodistas…-, de gran interés.
La versión de Tissa Devendra, la del final feliz, es poco creíble a la vista del comportamiento que Neruda tuvo con su primera legítima esposa, la holandesa Maria Antonia Hagenaar, y la hija de ambos, Malva Marina, que nació enferma de hidrocefalia. La historia la resume la periodista Matilde Sánchez en un artículo publicado en Clarín en 2018, y reproducido aquí por La Vanguardia. De las tres mujeres importantes en el periplo asiático de Neruda (Josie, la mujer Sakkili y «Maruca», como la llamaba el poeta), la última es evidentemente la relación mejor documentada, y la que muestra una conducta más conscientemente cruel, a lo largo de muchos años, por parte del futuro premio Nóbel. Fue un matrimonio absolutamente insensato, inducido por el despecho que al poeta le causaron las reiteradas negativas y evasivas de Albertina Azócar, la mujer que había inspirado, años antes, en Santiago de Chile, los Veinte poemas de amor y una canción desesperada, y a quien Neruda propuso matrimonio y viaje a Ceylán en apasionadas cartas. Así se deduce de la espléndida primera parte de la biografía escrita por Edmundo Olivares, Los caminos de Oriente. Algunas notas sobre esta biografía (que no es fácil de encontrar) pueden consultarse en este otro artículo . Olivares es, junto a David Schindlowsky, Eda Cleary y Hernán Loyola, uno de los investigadores que más tiempo ha dedicado a los años asiáticos de Neruda.
En este recentísimo ensayo, Eda Cleary resume un año de investigaciones en Yakarta (la antigua Batavia). Lo que sobrecoge no es el comportamiento del poeta en la isla (hoteles de lujo, cócteles y amistades con diplomáticos de la dictadura cubana, la de aquellos años), sino el ostracismo al que sometió a su propia mujer, Maria Antonia Hagenaar, desde el nacimiento de su hija Malva Marina en 1934, en Madrid, hasta la muerte de la madre, aún como esposa legal, en La Haya en 1965. Fueron varias décadas de abandono personal y económico, agravado según Cleary por un sistemático mobbing orquestado por hombres y mujeres acólitos de Neruda. La negativa del poeta en 1943 a repatriarla desde La Haya, en pleno conflicto bélico, terminó suponiendo su ingreso en el campo de concentración nazi de Westerbork, donde permaneció presa hasta su liberación por las fuerzas aliadas. Desde luego, Hagenaar hubiera podido morir allí, y habiendo solicitado la repatriación a Chile como legítima esposa, la negativa del poeta es moralmente repugnante y se podría considerar delito de omisión de socorro. Estas fueron las palabras de Neruda dirigidas al Embajador chileno Barros en Berlín: «no deseo el regreso de mi ex-mujer, y si lo hiciera dejaría de mandarle los envíos mensuales de dinero». Aún estaban legalmente casados; no era su «ex». Nunca hubo un proceso de separación o divorcio de Hagenaar y Neruda, quien volvió a casarse en 1945 en México con Delia del Carril. ¿Tenía derecho Maria Antonia a la repatriación sin necesidad de autorización del marido? Ignoro los detalles jurídicos del momento y caso. ¿Tenía derecho a vetarlo? En 1948 ella consiguió, finalmente, y a pesar de la oposición de Neruda, la residencia en Chile. Cleary nos cuenta cómo terminó:
Durante la Segunda Guerra Mundial, Neruda logró detener eficazmente la repatriación de su mujer a Chile, pero la segunda vez, a partir de 1948, le resultó mucho más difícil alejar a María Antonia del territorio nacional porque efectivamente estaba legalmente casado con ella. Maria Antonia pisaba, de todas
maneras, un peligroso terreno de difamación que seguía operando en los círculos de los sempiternos aduladores de cualquier conducta de Neruda y que habían “reconocido” a su conviviente Delia del Carril como su “mujer”. En 1954, María Antonia fue sorpresivamente acusada de ser traficante de drogas. Curiosamente, jamás se pudieron corroborar ni las circunstancias de esta acción policial, ni de qué drogas se habría tratado. Probablemente se trató de una encerrona final para que se fuera de Chile. Cuando la prensa le preguntó a Neruda su opinión sobre el hecho, se limitó a decir con desparpajo, inquina machista y sentido de superioridad de un poeta ahora definitivamente endiosado en el mundo: “Es increíble lo poco que conoce uno a la gente con la cual ha vivido. Siempre me pregunté de qué vivía”. María Antonia ya era solo “la gente”.
Cleary no menciona la motivación del despecho por Albertina como móvil del traslado desde Colombo a Batavia, sino sobre todo el deseo de dejar atrás dos estancias desastrosas para su reputación diplomática, la de Rangún -estigmatizada en los círculos oficiales por su convivencia con Josie-, y la de Colombo -sacudida por la visita de Josie y los altercados posteriores a la violación de la mujer Sakkili descritos por Chandrajeewa. En Batavia, Neruda se integró plenamente en la vida diplomática estándard. Allí terminó el periplo asiático del poeta. En 1932 el matrimonio viajó a Chile, y posteriormente a Europa, cuyas puertas -el Madrid del 27, Lorca, Alberti…- se le abrieron de par en par, favoreciendo el despegue definitivo de su carrera literaria. Desde luego, en ese largo vuelo no se dejó acompañar ni por Maruca ni por su hija Malva, a las que pronto envió a Holanda, para evitar los peligros de la Guerra Civil Española, pero sobre todo para librarse de ellas. A la niña nunca la volvió a ver. Prefirió para la etapa inicial a Delia del Carril, veinte años mayor, pero espléndidamente relacionada con los medios culturales y editoriales de todo el mundo. Su relación comenzó al mes de nacer Malva, bajo el mismo techo de convivencia matrimonial. La sombra de Josie sí que le acompañó, pues tanto en Estravagario (1958) como en Memorial de Isla Negra (1964) vuelve a protagonizar algunos versos. Y el recuerdo de la mujer Sakkili llegó hasta su libro de Memorias, como hemos visto, y le persigue también aún en el debate social.
Yo no sé si podría cancelar a Neruda. Su Residencia en la Tierra está demasiado arraigada en mi desastrosa mente poética como para extirparla sin riesgos. Ahora bien, sí que puedo y quiero recoger todas las versiones creíbles y honestas sobre la vida del poeta, porque la literatura no se construye con mitos, sino con gente de carne y hueso, capaz de lo peor y lo mejor, y uno no para nunca de aprender, y de sacar consecuencias, asombrado por los múltiples reflejos poliédricos de las complejas vidas de los artistas. Residencia en la tierra es a la poesía en español lo que Blade Runner al cine de ciencia ficción. Ambas comparten, además, la misma atmósfera asiática, nocturna y lluviosa. Es una lástima que muchos de sus poemas se hayan levantado sobre la desgracia de algunas mujeres residentes en aquellas tierras con las que estableció relación, como lo es también que su inmenso talento poético pasara en décadas siguientes al servicio de un comunismo estalinista cuyas atrocidades no es necesario recordar. Tampoco hay que olvidar que Neruda contribuyó activamente en el traslado, a bordo del Winnipeg, de más de dos mil refugiados republicanos en España, tras su debacle en 1939, entre otras muchas buenas acciones a lo largo de su vida, que pueden colocarse en el platillo correspondiente de su balanza.
Mientras organizamos ese visionado colectivo de Alborada podemos completar perspectivas con la lectura de Oh Maligna de Jorge Edwards (2019), que fue buen amigo del poeta; o de Tango del Viudo, de Christian Barros (2003), otras dos novelas que aportan nuevas versiones y luces sobre los años y las relaciones comentadas en este artículo. Para rastrear la enorme influencia de Josie, y en general de la estancia en Birmania y Ceilán de Neruda en su Residencia en la Tierra, es indispensable la edición de Hernán Loyola para la editorial Cátedra. Cuenta con una cronología que reconstruye muy razonablemente el momento de gestación y escritura de cada uno de los poemas, que en el libro aparecen en un orden distinto; un prodigioso ejercicio de arqueología literaria, en fin, de filología. Eda Cleary considera que los trabajos de Hernán Loyola, incluida su biografía El joven Neruda son intencionadamente parciales y favorables. En el último ensayo de Cleary se citan otras dos novelas biográficas de indudable interés: Malva, de Hagar Peeters, y Es tan largo el olvido, de Pauline Slot (no disponible online); ambas están enfocadas en Maria Antonia Hagenaar y su hija.
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Estimado Alberto: Acabo de recibir un mensaje de Asoka desde Colombo acerca de tu trabajo. Me parece espectacular. Estuve en Indonesia un ano y te envio link de mi nuevo essay para que lo compartas con amigos y amigas que disfruten estos textos y puedan criticarlos también. Te recomiendo que visites «Neruda en Batavia» que es mi último ensayo publicado por Le Monde Diplomatique en castellano. Aqui te envio el link:
https://www.lemondediplomatique.cl/neruda-en-batavia.html
Si no puedes abrirlo tu vas a google y digitas «Neruda en Batavia». Es el resultado de 1 ano de trabajo de investigación muy intenso en Indonesia. Eda Cleary
En Chile se mostro Alborada con mucho exito.
Estimada Eda, es un gran honor recibir tu comentario, por lo mucho que admiro el trabajo que estás realizando desde hace años. Yo aún no he estado en Batavia, pero sí en Yangón y Wellawatta, y espero poder algún día completar el itinerario, también con visitas a Santiago de Chile e Isla Negra. Por supuesto voy a leer tu artículo sobre Batavia con máximo interés, y lo incorporaré al hilo de artículos sobre el tema en mi blog. Tomo nota de lo que comentas acerca de Alborada en Chile, y voy a incorporar esta observación al texto principal. Estoy reuniendo toda la documentación que puedo sobre los años de Neruda en Asia, incluyendo versiones noveladas e investigaciones rigurosas. Como digo en mi artículo, tus trabajos han sido los primeros en mostrar que las historias personales -sobre todo las de los artistas- no son planas ni simples, y sobre todo que las vidas de quienes les rodean (Josie, Maruca, la mujer Sakkili…) merecen tanta atención humana como el artista. Me alegro mucho de haber establecido este contacto digital, que espero que junto con los de Asoka, Luis J. Romero y otros personajes de este círculo conduzca algún día a encuentros presenciales para compartir intereses en torno a la literatura, las artes y las personas. Un fuerte abrazo.