Hace poco, Javier Gomá publicó una reflexión crítica (en forma de tuit, que también vale) sobre El proceso de Kafka, diciendo que “como mucho, daba para novela corta”, y que le sobran páginas y capítulos. Y yo, que he tenido la fortuna de leer el apabullante Kafka de Pietro Citati, comenté que, al ser una de sus primeras obras, posiblemente Franz no había encontrado aún su género, el de dimensiones, tratamiento y características mejor adaptado a su genio. En todos los talleres literarios se habla de la necesidad de que un escritor encuentre “su voz”, pero lo que de verdad tiene que encontrar es “su género”: eso es lo que le permitirá insertarse en la gran corriente de la industria cultural, a medio plazo, publicar, tener éxito, con todo lo que conlleva. Aclaremos que el éxito es bueno y deseable. No debe ser la primera prioridad de un artista, pero tampoco debe aborrecerlo. Significa llegar a un público, conectar los delirios propios con los de muchas otras personas, dar a la propia fantasía -por más loca que pueda ser, y mira que las ha habido locas- carta de ciudadanía.

Los grandes escritores viven el conflicto entre adaptarse a las formas aceptables en su momento y la necesidad de expresar su visión de las cosas a su nueva manera certera. Lo primero, bien hecho, les posibilita hacer carrera, cosa nada desdeñable: invitaciones a conferencias, firmas de libros, viajes a remotas universidades para pronunciar lecturas… Pero lo segundo es lo que verdaderamente les mueve. Es una batalla entre un ego freudiano preñado de posibilidades y un ello industrial y editorial que impone sus reglas. Si de esta lucha terminará por surgir un super-yo de éxito es algo incierto, como lo es la propia vida psicológica de todos nosotros. Muchas veces el conflicto conduce al aislamiento, al fracaso o la renuncia. Estoy seguro de que en la historia de la literatura hay cientos de manuscritos jamás publicados que habrían revolucionado su época. Ardieron en incineradoras industriales o sucumbieron electrónicamente en el reciclaje digital. No pasa nada, es la vida y sus misterios, está bien.

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