Se celebra estos días el 50 aniversario de la muerte de Pablo Picasso. Espero que dentro de poco se celebre el centenario, o el bi, y que para entonces nadie se acuerde de él.

Estos días, también, son de exposiciones de arte inmersivas: grandes paneles multidimensionales, preciosamente instalados en las principales capitales europeas, replican los espacios imaginados por grandes artistas como Van Gogh, Matisse o Brueghel.

Sin embargo, ¿a alguien se le ocurre concebir una exposición inmersiva sobre Picasso, a pesar del reclamo publicitario que podría suponer el cincuentenario de su defunción? De ninguna manera. ¿Por qué? Pues porque las pinturas y el imaginario artístico de Picasso son sencillamente horribles, feos, angulosos. ¿Quién querría pasear por un escenario virtual poblado por señoritas de Aviñón con un ojo en cada lado de la cara, narices puntiagudas y muslos informes? ¿Quién dormiría feliz después una experiencia inmersiva en el Gernika, ese cuadro horrible pintado únicamente para ganar dinero a costa del sufrimiento bélico? Nadie. ¿Os lo imagináis, de verdad, llevar a vuestros niños a la experiencia inmersiva del Gernika? Ni de coña.

El tiempo termina poniendo a cada cual en su sitio, y tarde o temprano ubicará a Picasso en el suyo. Hay que reconocer que muchos fondos de inversión, bancos, colecciones privadas y salas de espera de clínicas estéticas de alto standing tendrían mucho que perder si la cotización de Picasso sufriera una caída espectacular, pero aún así merece la pena invocarla.

Los que leéis (si es que hay alguien) estas líneas y este blog con regularidad, sabréis que pocos hay tan opuestos como yo a la dictadura de la corrección política. Pero no puedo dejar de invitaros a escuchar detenidamente este podcast, que explica de manera bien documentada lo que significó Picasso para muchas de las personas que tuvieron la desgracia de compartir su vida con él.

https://www.venuslepodcast.com/episodes/picasso%2C-s%C3%A9parer-l’homme-de-l’artiste

Está en francés, y mi máxima objeción es que en algunos momentos del discurso mete en el mismo saco de Picasso a gente como Polanski o Woody Allen, cuya distancia espiritual y comportamental es tan inmensa que entristece la comparación.

Pero repito: mi objeción a Picasso no tiene nada que ver con la cancelación: es la de alguien que simplemente opina que su obra es fea, cosa que por otra parte él mismo buscó. Ganó mucho dinero con ello, fue célebre, y todo lo demás, pero su legado a la posteridad es una obra fea, esencialmente fea, y aún diría más, horrible. ¿Merece la pena ser recordado por eso?

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