El otro día me apeteció ver una peli de miedo. De mucho miedo. Navegué por el menú correspondiente de la plataforma, y di con una cuya sinopsis, más o menos, decía «Dos hermanos gemelos descubren que la persona que se oculta tras la máscara de su madre no es quien dice ser». Bueno. Empiezo a verla y me doy cuenta de que hasta el primer escalofrío deberán pasar por lo menos treinta minutos: presentación de la situación, personajes, calentamiento gradual, etcétera, etcétera. Qué pereza. Cuando uno quiere ver una película de terror no necesita tantos preliminares. Algunos directores piensan que hay que envolver gradualmente al espectador, sumergirle poco a poco en las aguas del pánico, pero esto es como si cada vez que quieres sexo tienes que invitar a cenar a la parienta.

Así que descarté la primera opción y alquilé It, basada en la novela de Stephen King. No hace mucho he leído Mientras escribo, donde explica su proceso creativo y su teoría de la literatura. Resulta convincente y muestra a un escritor profesional y artesano, consciente del inmenso trabajo arquitectónico que supone la narrativa. Insisto: al igual que una novela policiaca debe contener al menos un asesinato en las tres primeras páginas (creo que fue Raymond Chandler quien dijo esto, pero corregidme si no), una buena peli de miedo tiene que provocar al menos un grito incontenible (aunque sea silencioso) en los primeros cinco minutos. Y si además es gore, la correspondiente amputación o degüello. Ambas condiciones se cumplen en It.

Toda la escena del barquito de papel en la tormenta es magnífica. Esta ya la había leído en la novela escrita, y ahí se ve que está concebida desde el principio como secuencia cinematográfica. Cuánto y cuan bien (o mal, a veces) ha influido el lenguaje cinematográfico en la escritura contemporánea es algo que seguramente ha sido objeto de magníficos estudios y ejemplarios. Agradecería por cierto alguna recomendación en este sentido.

La fórmula de It funciona. Es como una versión horripilante y gore de las aventuras de Los Cinco, sí sí, los de Enid Blyton. Adolescentes sometidos a múltiples problemas de integración, familiares, y abuso de matones escolares, se unen para liberar a la ciudad de una maldición devastadora. Es como si Guillermo, el de Richmal Crompton, se enfrentara a Cara de Cuero, de La matanza de Texas, sin escamotear ninguna de sus escenas de carnicería y charcutería. Muy original, este cóctel que podríamos bautizar Gore Blyton, o Guillermo Leatherface. 

Hay que decir que los minutos finales de la peli dejan demasiadas cuestiones en el aire, pero claro, hay un capítulo 2 a disposición de los clientes de la plataforma. ¡Malditas series, malditos folletines dieciochescos, cuánto daño han hecho a la buena narrativa! En fin, habrá que verlo también, claro.

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