La cuestión de la traducción es esencial para comprender lo esencial de la literatura. Lo que la poesía o la narrativa puedan tener de universal tiene su prueba de fuego en el momento de traducir y trasladar de un idioma a otro textos y versos.

Cuanto más distantes sean las lenguas, mayor el reto. Traducir de italiano a español es prácticamente una tarea gratuita. Pero hacerlo del árabe medieval al francés o al inglés tiene más enjundia.

Siguiendo mi estela de fascinación por las Mil y Una Noches, en sus diversas versiones, me da por comparar la versión publicada por Pérez del Hoyo en Madrid en 1965, de la que no consta autor de traducción, con la de Pedro Pedraza, publicada por Sopena en 1978. Esta segunda reconoce basarse en la versión francesa de Arthur Galland.

Pues bien, declaro la superioridad absoluta de la versión de 1965, anónima, quizás pirata. He comparado cómo escribe cada una de ellas parajes originales iguales -como el inicio de los Viajes de Simbad- y no hay color. La versión de Galland es narrativa, eficaz, correcta: nada que objetar. Pero la Pérez del Hoyo es sublime: poética, artística, derrochona. Esto se manifiesta en una de las frases más frecuentes en el inicio de los cuentos: «Un día entre los días». Esta frase sería el equivalente al «Erase una vez» de los cuentos de Grimm o Perrault. Sin embargo, Galland la simplifica y traduce simplemente «Un día». Parece una cuestión menor, pero no lo es. No es lo mismo, literariamente hablando, «Un día entre los días», que «Un día cualquiera» o que simplemente «Un día» cuando se comienza un cuento.

Quizás por azar (aunque lo dudo) la lectura de las Mil y Una Noches me ha coincidido con la de Mientras escribo, de Stephen King. Este es un librito muy interesante sobre las motivaciones literarias del gran autor de best-sellers americanos, que aquí aspira a hincar bandera también en el territorio de la teoría de la literatura.

Según la teoría de King, influenciada por The Elements of Style, de William Strunk, en una narración no debe haber jamás elementos innecesarios para comprender el desarrollo de la acción. Por tanto, escribir algo como «Un día entre los días» para comenzar un cuento sería un gasto inútil de energía, tiempo, papel y salud, ya que podría escribirse simplemente «Un día».

Creo que a estas alturas de mi artículo cualquiera comprenderá que King -tan gran escritor, por otra parte- patina. No tiene razón. La literatura no puede ser nunca una cuestión de eficiencia energética o económica. Es más bien todo lo contrario: un derroche, una pérdida de tiempo, un desmadre. «Un día entre los días» es muchísimo mejor fórmula para comenzar un cuento que «Un día», aunque consuma más energía. ¿Verdad?

 

 

 

 

 

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