Hechos, versiones e interpretaciones
La frontera entre Historia y Ficción es, como decíamos ayer, terminante: un hecho no puede haber ocurrido y no haberlo hecho a la vez. Ahora bien, alrededor del núcleo duro inquebrantable de la Historia orbitan diversos espacios concéntricos que son el territorio de lo posible, en diversos grados de probabilidad. Es viable que una posibilidad o conjetura se transforme en Historia, y adquiera el rango de hecho mediando las pruebas o testimonios fidedignos necesarios. Mediante la imaginación, e incluso con la pura fantasía, construimos a veces historias que, sorprendentemente, terminan siendo hechos probados, o al menos admitidos como tales, ya que no debemos olvidar que una parte muy considerable de los hechos axiomáticos sobre los que fundamos nuestras vidas y convicciones no los hemos experimentado, sufrido o vivido personalmente, sino que creemos en su condición de veracidad indiscutible gracias a un sistema de prescripciones que incluyen a los padres, la escuela, los amigos, los medios de comunicación, las bibliotecas y, last but not least, las tabernas. Cuando se quiebra la cadena de confianza en los prescriptores de los hechos que no hemos vivido en propia piel comienzan los negacionismos, o la ciencia, según se mire. Si Galileo no hubiera dudado hasta la extenuación de la autoridad de la Iglesia para establecer el centro del universo, el sol seguiría girando alrededor de la tierra. Sin una saludable dosis de negacionismo (o al menos de escepticismo) no habría ciencia, ni evolución ideológica, ya que tristemente la sociedad humana tiende al dogma, al pensamiento único, a las escrituras sagradas.
Volveremos sobre todo esto más adelante. Hoy lo que me importa es, como dice el título, es establecer la distinción entre Hechos, Versiones e Interpretaciones. Puede que mis lectores (a la mayoría de los cuales conozco personalmente) flipen un poco con esta sarta de perogrulladas, pero espero que al final del discurso las den por bien empleadas.
Un Hecho es la unidad binaria de la verdad; el átomo de Boole de la propia vida. Es algo que indiscutiblemente ha tenido lugar, ha ocurrido. El nacimiento -y, ay, la muerte después- de todos nosotros son buenos ejemplos.
Una Versión es la hipótesis que se construye sobre los hechos necesarios como causa de otros indiscutibles. Por ejemplo: se deja a dos hombres aislados en una habitación cerrada, y un día después uno de ellos aparece acuchillado. Obviamente han ocurrido cosas entre el momento de cerrar y abrir la puerta, que será necesario esclarecer. En primer lugar, estableceremos las diferentes versiones verosímiles: asesinato, suicidio, accidente… Será un juez en este caso quien a la vista de las pruebas deberá decidir -solemne responsabilidad- qué versión asciende a la categoría de Hecho. Recordemos, de paso, que uno de los principios fundamentales de la convivencia -logro absoluto del Derecho- es la presunción de inocencia.
Por último, una Interpretación es una conjetura sobre las motivaciones o finalidades de un hecho. Se trata más de una acotación escénica o moral que de un apunte propiamente histórico. Nerón hizo arder Roma; es interpretable si su acción fue proporcional o no al fin artístico perseguido, pero eso en todo caso no le eximirá de la condena histórica.
Hechos, Versiones e Interpretaciones están alineadas en un mismo propósito de veracidad y explicación. Lo que la posverdad ha venido a reivindicar es que se pueden negar o reemplazar los hechos alegre e impunemente, y eso sí que no. A día de hoy, sigue siendo Donald Trump quien ha dado la mejor definición casual de posverdad, al responder «Yo tengo hechos diferentes» a un periodista que le preguntaba cómo podía afirmar algo que los hechos constatados desmentían categóricamente. Y siguiente pregunta.
Pero la alternativa a un hecho probado no es una afirmación en contrario; sólo puede ser o bien una prueba que demuestre que el hecho no era tal, o bien simplemente mentir. Antaño la gente mantenía duelos a espada y pistola, e incluso torneos de justas con lanza y caballo, cuando alguien acusaba de mentir -negar un hecho- a otro. Tan seria era la consideración de la lógica aristotélica, hasta este siglo XXI donde todo parece valer.
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