La visión a largo plazo es indispensable para un dirigente político. Siempre se ha comparado al presidente del gobierno con el timonel de la nave social, y la comparación es justa. No lo es tanto que las consecuencias de sus errores de cálculo deriven en naufragios  o en la simple sumisión a corrientes más fuertes que la voluntad del timonel.

Hay que reconocer que las 676 páginas del informe #España2050 presentado hoy por el gobierno merecen una lectura detallada, admitiendo que en este caso sí haya habido un comité de expertos real trabajando durante un año para elaborarlo. Aquí puede descargarse el documento completo. 

Pero lo que sorprende es que se plantee un horizonte tan largo -30 años, toda la vida laboral de un funcionario público- como gran proyecto de partido de gobierno. Cuando hemos visto como en 2020 las previsiones de 2019 se volvían papel mojado por una pandemia mal prevista, menospreciada inicialmente, ¿es razonable pintar cuadros idílicos a treinta años vista? Es cierto que hay que tener un horizonte, un objetivo, un rumbo, y que -aunque todos los propósitos de las 676 páginas quedaran sobrepasados por la cruda realidad- está bien soñar.

Quizás España2050 pueda compararse a la versión actualizada de la magnífica cartelería de José Ramón Sánchez para el PSOE de los años 80.

¿Os acordáis de aquéllas chimeneas humeantes, símbolo del progreso, emitiendo sus humos de prosperidad a la atmósfera del futuro? Eso era el futuro, entonces, al menos para un PSOE poco paritario (una sola mujer, y campesina, entre los figurantes abrazados). Ese sol naciente, esas urbes florecientes, ese campo surcado, verde y arbolado… ¡Qué gran trabajo de cartelería, sin duda!

Pero, ay, cuarenta años después España no es eso, el mundo no es así. Las chimeneas humeantes suenan a broma de mal gusto; la estilográfica de oro en el bolsillo de la americana del innombrable evoca corrupción; los trajes regionales se llevan poco; en el quinteto abrazado hay poca diversidad; ese mundo no parece la república feminista que la coalición gubernamental tiene en mente ahora.

¿Qué necesidad tiene un gobierno de vender política-ficción? ¿La inversamente proporcional a su capacidad de suministrar políticas reales para mejorar el presente?

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