Descubrir un libro que recoge la teoría de la literatura de Lovecraft es como encontrar un manuscrito con la teoría del cante jondo de Camarón de la Isla. Son tantos los textos teóricos escritos por alguien que no sabe hacer lo que intenta teorizar, que cuando uno encuentra otro respaldado por la maestría de alguien que sí, lo flipa.

En realidad, tampoco era demasiado difícil: el libro lleva publicado muchos años, aunque en castellano desde 2010 es la edición de Valdemar Gótica, con traducción y notas de Juan Antonio Molina Foix, la que cayó en mis manos y ha deslumbrado mi mente post-vacacional, aún receptiva a las maravillas del mundo. (El mes de agosto es la brecha entre los mundos: las tardes de cuarenta grados y las noches de treinta y cinco nos predisponen a la escucha de lo fantástico mucho mejor que las hogueras de leña y los fríos de diciembre).

Y eso porque este volumen no solo contiene propiamente el texto «El Horror Sobrenatural en la Literatura», en el que HP boceta su propia versión de la historia del género fantástico, sino porque está dotado de una riquísima sección de apéndices -suena casi gastronómico, ¿verdad?- más sabrosos, si cabe, que el texto principal.

Comencemos por el «Cuaderno de Notas, 1916-1936», en el que Lovecraft iba anotando, sobre servilletas siniestras, las ideas que le venían al hilo de una conversación -de las pocas presenciales que mantenía-, un paseo -casi siempre alrededor de las mismas calles-, o un insomnio especialmente nítido.

Son como los tweets de Lovecraft, vaya, como su greguerías. Y nos descubren una prodigiosa intuición de argumentos y situaciones, muchos de los cuales, años después, han encontrado expresión más o menos certera en el cine o en la literatura. Se diría que este «Cuaderno de Notas» de HPL habría circulado de manera clandestina y preciosa entre guionistas y productores hollywoodienses desde los años 20:

[1916] Antigua catedral. Gárgola horrenda. Hombre intenta robarla. Lo encuentran muerto. Mandíbula de gárgola manchada de sangre.

[1922] Se opera un cambio en el sol. Muestra objetos de manera extraña, devolviendo quizás el paisaje del pasado.

[1923] Antigua taberna marinera ahora tierra adentro, lejos de donde se construyó. Sucesos extraños. Sonido de chapoteo de olas.

[1923] Mulato culto trata de desplazar personalidad de hombre blanco y ocupar su cuerpo. (Recordad que «Escupiré sobre vuestra tumba», de Boris Vian, es de 1946)

[1924] Individuo, mediante algún extraño proceso, retrocede en el curso de la evolución y se transforma en anfibio. Doctor insiste en que el anfibio concreto del que este hombre desciende no se parece a ningún otro conocido por los paleontólogos.

[1930] Expedición perdida en el Antártico u otro lugar misterioso. Esqueletos y efectos hallados años más tarde. Cámara utilizada pero película sin revelar. Cuando la revelan, encuentran extraño horror.

Y así muchas más; estas seis son solo una tibia muestra.

Resulta extrañamente reconfortante y motivador comprobar, con la lectura de estas notas -y de otros apéndices que comentaré en breve- que Lovecraft estaba muy al corriente de las tendencias literarias, científicas y hasta cinematográficas de su tiempo. No era el ermitaño de Providencia que su propia leyenda sugiere, sino un escritor con plena conciencia de su oficio, sus objetivos y su ideario estético. Seguramente José Monge, Camarón de la Isla, también tenía muy claro lo que quería hacer, a quién quería parecerse y a quién no, aunque en su caso lamentablemente no ha quedado testimonio de su teoría. ¿O sí? ¿Y si mañana descubro que hay un libro o un documental que la recoge?

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