La muerte de Morricone es una de esas que marca un antes y un después de una era cultural. Afiliado a la genialidad italiana para el acompañamiento operístico -pues no otra cosa es el talento del músico cinematográfico: saber interpretar la acción exterior e interior de esa ópera pregrabada que es toda película- desde «Un puñado de dólares» marcó la infancia y la juventud de muchos de nosotros. Incluso mucho antes de estudiar, de leer, de recibir doctrinas culturales, sabíamos que el silbido de aquélla peli, cuando acompañaba el levante de poncho de Clint Eastwood para dejar manos libres a los revólveres- era algo importante.

Ennio es de la misma estirpe que Nino Rota y Angelo Badalamenti, clarísimamente, pero con un mérito más: ha sido capaz de prestar su genio a muchos y muy variados directores, sin dejarse atrapar en un tándem -maravilloso, por demás- como sus colegas con Fellini y Lynch.

Aún sigo buscando el tratado de historia de la música cinematográfica que trace, con arqueológica y filológica precisión, la línea que une a Debussy, Ravel y -sobre todo- Puccini, con el gran cine. Agradeceré todos los comentarios que sugieran bibliografía o enlaces al respecto. Es algo que tiene que estar muy documentado, y debe ser muy entretenido de leer.

En este día de triste en el que Ennio cayó -no bajo las balas del malo, sino por un fortuito accidente de vejez- quiero recordarle con una frase que El País -en su obligatorio articulito «10 bandas sonoras de Morricone que no te deberías perder», o algo así, ha omitido. Se trata del tema central compuesto para el «Frenético» de Polanski. Una frase que es pura ópera, una frase que si formara parte de «Tosca» o «La Bohème» sería antologada como una de las más brillantes de la historia de la música. Aquí la tenéis. Ciao, Ennio. Ci sentiamo.

 

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