Lo que pienso que va a pasar (a 2 de enero).
Como parece que vamos a tener gobierno -a falta aún de los trámites de la investidura, que podrían dar sorpresas-, voy a mojarme un poco y dejar escrito qué es lo que creo que va a pasar en España durante la próxima legislatura. Si me equivoco, será buena cosa, y no tendré inconveniente en reconocerlo.
Antes de los vaticinios, diré que yo hubiera preferido un gobierno respaldado afirmativamente por 13, 5 millones de votos (los de PSOE + PP + Ciudadanos), mejor que uno votado por 11 millones (PSOE + Podemos + Más País + PNV), posible gracias a ciertas abstenciones. Pero ni el PP ha estado a la altura -hubiera debido desde el primer momento ofrecer claramente su apoyo a un gobierno socialista para evitar hipotecas indeseables-, ni de todas formas Sánchez ha hecho movimiento alguno para sugerir que hubiera visto con buenos ojos tal ofrecimiento. Puede decirse que, dado el talante de Casado y Sánchez, el gobierno resultante de los primeros días de enero habrá sido el único posible.
Y esto es lo que creo que va a pasar:
1.- Mayor fragmentación y regionalización de partidos. Auge del egoísmo localista. No será solo que León quiera separarse de Castilla, o Granada de Andalucía. La composición del nuevo gobierno marca el camino a una nueva generación de políticos: se obtienen mejores resultados defendiendo a ultranza unos pocos argumentos regionales -eso sí, transversales a toda su población- que un ideario nacional cada vez más remoto y soso. No me soprendería, por ejemplo, que un nuevo partido «Extremadura por el Tren», o algo así, arrasara en las próximas legislativas en Cáceres y Badajoz. Quizás en sus listas se cuente incluso algún histórico fichaje socialista. El caso es que, para los nuevos políticos, España como escenario conjunto pierde atractivo. Lo regional, incluso lo local, tendrá mucho más tirón. Ello encaja perfectamente con una tendencia global que explica también victorias como la de Trump o la del Brexit. Soplan débiles vientos para los ideales globales, curiosamente cuando más necesarios serían. Veremos un Congreso de los Diputados con veinte o treinta partidos intentando hacer valer sus pocos votos para dar la presidencia a uno u otro de los grandes bloques -si es que los propios grandes bloques no se descomponen, claro. El PSOE -tensionado por unos barones «pobres» que no soportan las cesiones a los más ricos y menos solidarios- es el que más dificultades podría tener para mantener su cohesión, pero también es cierto que el poder obra maravillas. Y Vox, que lleva en su ADN a la España Una, Grande y Libre, podría heredar íntegramente la defensa de la unidad territorial, que será valiosa se sigue viendo dentro de cuatro años como algo deseable o siquiera posible. Veremos cómo se porta también la tendencia centrífuga en Francia, Italia, Alemania, Bélgica y Holanda en años próximos. Es posible que no sólo la unidad de España, sino el propio modelo de soberanías y relaciones de la Unión Europea sufra fuertes vendavales capaces de desarbolar sus velas. A seguir también evolución de acontecimientos en Baleares, Comunidad Valenciana, Galicia…
2.- Cataluña (y País Vasco). Lo importante ocurrirá poco a poco, sin aspavientos. Serán las progresivas concesiones parciales que permitirán a los independentistas seguir construyendo sus futuros estados paso a paso, sin sobresaltos, capturando nuevas competencias y atribuciones: gestión de los puertos e infraestructuras del estado, caja de la Seguridad Social, exclusividad de fuerzas y cuerpos de seguridad, políticas lingüísticas, proteccionismo comercial autonómico… Los más sensatos entre los independentistas saben que si mañana -con el tejado de su casa aún sin terminar- obtienen su sueño soberanista, sería un desastre administrativo, de gestión, y sobre todo económico. Pedro Sánchez no necesita hacer grandes concesiones soberanistas: le basta ir cumpliendo una progresiva agenda de nuevos traspasos para que, dentro de tres o cuatro años -y seguramente contra un gobierno de derechas-, entonces sí, Cataluña declare unilateralmente la independencia y tenga ya asegurada la estabilidad de sus cimientos y su viabilidad como nuevo país. Pero no serán sólo competencias lo que la abstención en la investidura reportará a ERC: lo más probable es que el dinero fluya con mayor facilidad y cantidad para alimentar la vasta red de fundaciones, asociaciones y entidades de todo tipo encargadas de captar voluntades e incrementar progresivamente la base electoral que, en un posible referéndum, den el «sí» a la independencia. Estas dos claves se completarán aún con una tercera conducta: la pura y simple tolerancia hacia políticas y prácticas que hasta hace muy poco cualquiera de nosotros -de izquierdas o derechas- hubiera considerado inaceptable, como por ejemplo la discriminación para la contratación de suministro de productos no etiquetados en catalán a las administraciones públicas, o la exigencia del mismo idioma para múltiples trámites, empleos y actividad económica general. Esto -que rompe de facto el principio de igualdad de los españoles en todo su territorio- es algo que ya ocurre todos los días, y no pasa nada. En resumen: la independencia se declarará de hecho y unilateralmente contra un gobierno del PP (o, más probablemente, de Vox), a principios de la próxima legislatura, en un contexto de inestabilidad territorial general en Europa.
3.- Vulnerabilidad económica y aplazamiento sine die de las grandes reformas necesarias. Las políticas de mayor gasto y fiscalidad del gobierno de coalición pondrán a España en una situación de máxima vulnerabilidad si tiene lugar una nueva crisis económica global. El déficit público seguirá alto, así como nuestro nivel de dependencia de mercados financieros internacionales. Las primeras medidas, sí, serán subidas de impuestos a rentas altas y sociedades, e incluso con bajadas de IVA en algunos productos sensibles. Pero en un par de años se harán necesarias subidas de mayor alcance, seguramente uno o dos puntos del IVA general -del 21 al 23 por ciento- más impuestos especiales, amparados por la lucha contra el cambio climático, por ejemplo, y otros de carácter social para sacar las pensiones de viudedad y orfandad del sistema general de la seguridad social e insuflarle así algo de aire a la espera de la inevitable reforma general del propio sistema de reparto de las pensiones. Las condiciones demográficas, la tasa de paro y la alta longevidad española hacen del nuestro el país idóneo para una tormenta perfecta del modelo de estado de bienestar occidental. Pero, en vez de abordar de manera consensuada los cambios necesarios -siempre difíciles de implantar, aunque España no sea Francia- nuestros políticos seguirán debatiendo sobre cuestiones identitarias y esperando y buscando un flanco débil en el adversario para sacar rédito. Se intentará combatir el paro con más gasto público, más empleo estatal, más dificultades para el despido. Veremos la evolución del dato.
4.- Mejoras de política social. No todo va a ser negativo: la anunciada ley de eutanasia y la ampliación de cobertura social a los más desfavorecidos son justas y necesarias, siempre que se aseguren (en la segunda cosa, que en la primera no ha lugar) los mecanismos para evitar la consabida picaresca patria.
5.- Mayor control y regulación en todo. Es también tendencia secular de la izquierda hiperregularlo todo. Se anuncia una asignatura escolar de «afecto y sexualidad». Será como poco inoperante, si no contraproducente, visto el comportamiento de las generaciones actuales en cuestiones como el abuso escolar o el machismo en la adolescencia. Las izquierdas siempre busca monopolizar el bien -no se admiten donaciones ni filantropía, se prefieren impuestos y legislación. Pero olvida que los valores morales deben aprenderse en casa, y en la escuela conocimientos y habilidades. Los niños nunca asimilarán nada que no venga por la vía del ejemplo de sus padres y madres, o en su defecto de alguien que suscite en ellos verdadera admiración y afecto, cosa que, con el debido respeto a muchos profesores y maestros insignes, convendrán que no es lo más frecuente en la educación pública.
De momento, me quedo aquí, a la espera del debate de investidura, no sea que durante el mismo haya sorpresas… Continuará.
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