Este domingo tendrá lugar la primera vuelta de las elecciones presidenciales en Francia. Según los sondeos, el Frente Nacional ganará la primera posición. No deja de ser curioso que los medios hayan aceptado hablar de «Marine Le Pen» -nombre de la candidata- en lugar del «Frente Nacional» -nombre de su partido. Con esto desde luego la favorecen, ya que enfocan sobre la persona, relegando a segundo plano a la formación, nacida hace algunas décadas del más puro germen del odio racista y xenófobo de la francia (la minúscula en este caso es intencionada) profunda.

También es cierto que en las crónicas de estos días el resto de los candidatos aparece igualmente desvinculado de sus partidos: se habla de Macron, Fillon o Melenchon, pero no de partido socialista o democristiano, y ni siquiera de izquierdistas, centristas o derechistas. Síntoma de que vamos de cabeza a una era de caudillismos, en la que la personalidad del líder (führer, en alemán) será más importante que la del colectivo que lo respalda.

Algo lógico, por otra parte, en la sociedad multimedia de los «reality-shows», en la que la gente vota la expulsión o la continuidad de los concursantes no por sus ideologías socioeconómicas, sino por otros factores de su comportamiento, y en definitiva por la afinidad emocional que sientan hacia ellos o ellas. Resultado: los medios ya no dicen que el FN Frente Nacional -una formación política de orígenes filofascistas, nacionalistas y xenófobos- podría ganar las elecciones en Francia, sino que «Marine Le Pen encabeza las encuestas».

Este tipo de deriva de lo democrático hacia lo puramente mediático explica igualmente la victoria de Trump en EEUU, y de la opción Brexit en UK. Definitivamente, la democracia está sobrevalorada. O mejor dicho: contaminada, pervertida y adulterada por una inercia mediática en la que el entretenimiento y la tragedia se trenzan tristemente como un ying yang que acabará por destruirnos.

Hoy veía la crónica informativa en Telecinco de una de las periodistas que más admiro: Pilar Bernal. Desplazada a París, reportaba sobre el atentado de los Campos Elíseos. Pues bien: en los escasos dos minutos que la escaleta de informativos asigna implacablemente (¡qué ganas de que llegue de verdad lo digital a la tele!) a las crónicas, al menos 40 segundos estaban dedicados a recoger la opinión de una señora que manifestaba su convicción de que sólo Marine Le Pen -es decir, el fascismo- podría liberar a Francia de la amenaza del terror. Se trataba de una señora de origen hispano, una emigrante, precisamente. Su opinión eocupó 45 segundos en un informativo de máxima audiencia, diciendo que «sólo Le Pen puede sacarnos de este atolladero». Product placement. La crónica contribuía así a dar publicidad y alas a la candidatura; también es justo decir que estas propias líneas forman parte del mismo juego. No pienses en un elefante. ¿Verdad que ya estás pensando en uno?

El Frente Nacional -un partido xenófobo, chulesco, irresponsable y saturado de arribistas- va a ganar la primera vuelta de las elecciones francesas. Y es posible que gane la segunda. Los franceses -pueblo que frente a muchísimas virtudes peca a veces de excesiva vanidad- no quieren ser menos que los americanos o los británicos, que ya han emitido su eructo electoral. ¿Por qué ellos no van a poder permitirse la misma «boutade» histórica que los yanquis o los brits? ¿No tiene derecho el pueblo galo, cuna de los derechos humanos y el librepensamiento, a divertirse como todos los demás tirando por tierra lo construído en las últimas décadas, ya que dar patadas es mucho más divertido que poner ladrillos? ¡Claro que sí! ¡Francia no renunciará a su derecho inalienable a contribuír a la demolición de Europa! ¡Francia es Europa! ¡Si alguien tiene derecho a hundirnos a todos en el caos, debe ser Francia, y no EEUU o UK! ¡Faltaría más!

 

 

 

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