Los porteros, los vigilantes del metro,
los auxiliares de aterrizaje en los aeropuertos,
los cirujanos, dentistas, médicos en general,
la policía, la banca, la judicatura,
la madrastra de blancanieves, la sombra
de tu sonrisa,
los niños, las niñas, los adolescentes,
las tías que van en el bús hablando muy alto,
diciendo todo el rato «tía, tía, qué fuerte, tía, tía»,
mi padre, mi madre, mi hermana, mi primo,
mi suego, mi cuñado, mi vecino, mi perro,
mi perra, mi amante, mi cuñada, mi fantasía,
todo el mundo, todos y todas, tod@s sin excepción,
vayan en coche o en bici, en ave o en avión,
en patinete o a pié, volando o buceando,
todo el mundo mira el móvil y espera
encontrar al otro lado de la pantalla una respuesta
y una vida mejor, y está bien, sí, está bien,
es legítimo esperar, es necesario creer
pues el oxígeno que se genera en la mente mientras
esperas la respuesta es
el aire de la vida,
la esperanza,
el amor,
yo que sé.

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