El viaje a Japón, 1. Circulación y silencio.
Uno se informa antes de viajar a Japón sobre las costumbres a respetar, sabedor de la importancia que en su cultura tienen los mínimos gestos y el protocolo. Buscando información, dimos con una serie de vídeos muy recomendable, producida por Rachel & Jun. De los consejos vistos, nos quedamos con una observación interesante: la esencia de las normas de comportamiento japonesas es la evaluación del impacto que una acción individual puede tener sobre el colectivo.
Los occidentales -y desde luego los españoles- pensamos en términos individuales, y potenciamos la rebeldía. El romanticismo del siglo XIX y el hedonismo del XX han consagrado el individualismo por encima de cualquier otro valor. No digo que este planteamiento, que tiene sus raíces en el humanismo renacentista, no sea positivo en muchos aspectos, y preferible desde luego al gregarismo absurdo o la neutralización del individuo en las múltiples formas de dictadura. El individualismo bien entendido está en la raíz de los valores democráticos y el progreso colectivo.
Respetando los principios básicos del individualismo sano, en Japón es muy importante además evaluar las consecuencias de nuestro comportamiento sobre el funcionamiento colectivo, sobre la organización del grupo. Esto se ve con claridad por ejemplo en la circulación y el tráfico peatonal. Los pasillos y andenes de las redes de transporte japonesas están marcados con líneas que indican dónde se deben formar las filas de espera; por qué carril debe circular cada transeúnte; en qué punto se detendrá nuestro vagón… Si se respetan estas indicaciones, el tráfico humano por los corredores y andenes resulta fluído y fácil, algo muy importante desde luego en una de las redes más densas y masificadas del mundo. Una sola persona que obstruya el carril «rápìdo» de una escalera mecánica causa un atasco; y no respetar las filas para ingreso en los vagones del metro puede derivar en un caos desconcertante.
Hay un aspecto de la vida social en el que este enfoque grupal del comportamiento resulta aún más interesante: el respeto al silencio. Al igual que la circulación espacial, el ámbito sonoro es un bien y patrimonio colectivo. Donde haya cien personas reunidas, el volumen de sonido generada por cada una de ellas tiene una consecuencia directa obvia sobre el nivel y la calidad del sonido compartido por todos. En este espacio no debe volcarse ningún sonido de consumo estrictamente personal -música de dispositivos- o bilateral -conversaciones entre dos o más que no interesen al resto. Sólo así se consigue que el ámbito común pueda servir para trasladar informaciones de interés colectivo, o simplemente favorecer que quien lo desee pueda disfrutar del silencio sin aturdimientos o exigencias de atención causadas por algo que no le importa.
El silencio no debe ser roto sin necesidad. Las ciudades japonesas, como Tokyo, siendo auténticas megalópolis impresionantes, son silenciosas. El uso de la bicicleta y coches eléctricos desde luego contribuye a ello. No se utiliza el claxon sin necesidad absoluta, y cuando se hace es solo de forma breve, apenas un golpecito de medio segundo.
En España -ojo, y en otros países asiáticos, como Corea del Sur- parecemos enorgullecernos del ruido. Hablamos alto, ponemos la música fuerte, reímos estridentemente, y parecen gustarnos los motores percutores. Si apreciáramos un poco más el tesoro colectivo que supone el silencio…
Una penúltima última nota: en Japón muchas veces utilizan este silencio para vehicular sonidos agradabilísimos, como músicas leves , chill, de campanas dulces, que tienen un efecto calmante. Además, cada línea de transporte tiene una sintonía propia. Son «jingles» breves, simpáticos, que suenan al abrir y cerrar puertas y antes de los anuncios. Mira este artículo para hacerte una idea: http://supermerlion.com/japanese-train-station-jingles/
Esta personalización e individualización sonora de cada línea tiene mucho que ver con el fascinante animismo naif de los nipones. Pero ésa es otra historia, y será otro post. Para finalizar éste, una sugerencia al Metro de Madrid: ¿por qué no personalizar cada estación con un sonido diferente de canto de pájaro? Que se oiga de vez en cuando, de fondo, levemente, como un misterio, casi imperceptible, a intervalos irregulares, como si realmente cada estación fuera hogar de una especie… Seguro que en esto los amigos de la SEO (la Sociedad Española de Ornitología, cuyas siglas son muy anteriores a Google) podrían aportar mucho.
Si te interesa Japón, puedes ver aquí también algunas notas fotográficas.
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