Hay un bar

por la zona de Pacífico, en madrid,

silencioso. No tiene tele, ni muchos

clientes. Está muy limpio. Hay dos

camareros mayores tras la barra,

y pizarras con ofertas de raciones,

y mostrador de tapas, y banquetas,

en fin, todo lo que tiene que haber en un bar.

Es un bar silencioso. Nada más cerrar la puerta

de la calle, se siente una paz extraña.

Nada aturde. No hay música, ni conversaciones.

Sólo las palabras justas para pedir una caña,

y otra, y otra, y luego

la cuenta, y volver a la calle, de ruido y de furia

publicitaria, de alegres conductores suicidas,

de todos los días, de toda la vida.

Me gusta el bar silencioso.

Voy a ir cada vez con más frecuencia.

Casi casi me arrepiento

de haberos contado por dónde está,

pues todo se sabe, y se pondrá de moda,

y habrá ruido. Me gustaría pasar

muchas más horas en el bar silencioso,

solo, tranquilo, bebiendo

caña tras calla, en silencio, en paz, callado.

 

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