Ánimas del Purgatorio

Seguramente, el Purgatorio es el producto o servicio más rentable de la historia del marketing. Hasta su lanzamiento, la gente al morirse sólo podía ir al Infierno o al Paraíso, ambos dos lugares en los que la puerta sólo se abría una vez y en un sentido. No había, pues, lugar para los matices. Si habías cometido pecados capitales, al Infierno para siempre; y si no, al Paraíso. Con la invención del pecado venial se abrió un formidable negocio. El propio nombre lo indica: pecado «venal», cuya culpa puede anularse mediante el pago de la correspondiente sanción.

Leí una vez que los ingresos acumulados por la Iglesia Católica en concepto de misas por las ánimas del purgatorio, en general o a nombre de alguna en particular, supera con creces el PIB mundial de todos los países en todo el siglo XX. Este dato me parece exagerado, pero no del todo increíble. Millones y millones de personas ¿qué no pagarían por redimir a sus seres queridos en caso de duda sobre su sentencia en el Juicio Final?

Además de la escala de grises en el concepto mismo de «pecado», el Purgatorio supuso ni más ni menos que el triunfo del Tiempo sobre la Eternidad. Tanto el Infierno como el Paraíso eran para siempre, como los diamantes horteras. Pero atención, del Purgatorio se podía pasar en un momento determinado al Paraíso, ya sea por cumplimiento del periodo de pena asignado en el Juicio o por reducción del mismo mediante pago de misas y oficios en cantidad suficiente. Por tanto, en la Eternidad pasó a haber un «antes» y un «después». Magnífico.

Las ánimas del Purgatorio -sobre todo aquéllas que no disponían de familiares pudientes- pasaron con el tiempo a desempeñar otras tareas complementarias y subalternas. Por ejemplo, el hallazgo de objetos perdidos. Un padrenuestro a las ánimas del purgatorio fue durante siglos el mejor remedio para hallar las llaves, el monedero, la sortija o la prenda de ropa interior perdida. Puedo asegurar que funcionaba. Tras la demolición del Purgatorio, ahora no hay quien encuentre nada. Las ánimas, que todo lo veían, nos soplaban al oído del alma, a cambio de un simple padrenuestro genérico y colectivo, el rincón o cajón secreto donde encontraríamos lo que fuera.

Pero seguramente lo peor del desmantelamiento del Purgatorio -llevado a cabo por Benedicto XVI en enero de 2011- es el destino de sus habitantes. Miles de millones de humanos y humanas cristian@s y bautizad@s, ¿a dónde fueron? ¿Todos al Paraíso? ¿Todos al Infierno? ¿Hubo discriminaciones? Sin duda alguna hubo, pues habría gente que en el momento del ERE llevaría siglos esperando su redención, mientras que otros recién llegados sin apenas quemarse un poquito o sufrir algún pinchazo de tenedor de diablillo ya se vieron enseguida entre los algodones y las arpas del cielo.

¡Ay, la Historia Sagrada! Cuánto dice a favor del cristianismo el hecho de que yo pueda escribir estas líneas de humor sin temer que mañana me degüellen, ¿verdad? Claro que no siempre fue así, pero… sí que hay todavía fanáticos criminales con otras banderas -en realidad, sólo les importa la pasta gansa- dispuestos a quemar, decapitar o fusilar a alguien que sólo quería gastar una broma.