No hay nada más que calcetines por el suelo,

periódicos viejos, recortes que guardé

con idea de coleccionar; y cascos de botellas,

y llamadas perdidas. Todo funciona, sí, aún,

en buen estado el televisor, el ordenador,

la lavadora, todo funciona, aún, sí.

Si salgo a pasear por el barrio, me saludan

dos o tres personas, y si me siento

en la terraza para beber vino de atardecer

me llaman Señor, sí, aún. Repaso tuits

a medio camino entre el aburrimiento, el hastío y el tedio.

No puedo más de frases grandilocuentes.

Ni de grandes esperanzas. Ni de consejos. No puedo

más. No quiero ni un sólo ranking más, ni más claves

para conseguir el éxito en la marca personal, ni en la vida.

Sólo quiero olvidar la hora que es, volver por un minuto

al país interior donde todavía late mi corazón,

mientras todo se derrumba, mientras los calcetines

crecen y se reproducen por el suelo, mientras el polvo

día a día gana su batalla de olvido y humillaciones. ¿Es mucho

pedir? Un minuto intemporal, algo de silencio, paz, aún, sí,

un poco de paz, olvidar yo también este dolor

que me muerde la cintura y explora codicioso otras partes

de mi espíritu. ¿Es mucho pedir? Sin duda, sí, aún.

 

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