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Es una de las fotos clásicas de la Turquía turística: blancas pozas circulares llenas de agua azulada, donde algunos bañistas se recuestan o que reflejan atardeceres de ensueño. Lo que uno no espera cuando llega a Pamukkale son sus dimensiones.

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Es una montaña entera, o mejor dicho, su ladera, de unos mil metros de ancho por 200 de alto. Además, en la meseta superior están las ruinas de Hierápolis, un complejo urbano de la antigüedad de dimensiones igualmente sorprendentes, comparable quizás a Pompeya, aunque mucho menos excavada aún.

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El conjunto -montaña de cal, restos de la ciudad antigua, y hasta piscina termal para descansar un rato- hacen que uno salga de Pamukkale con la tarjeta de memoria llena de fotos impresionantes y la imaginación también alimentada.

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Es el lugar perfecto para un anuncio de calgonit. ¡Una ladera entera formada y blanqueada por depósitos de cal! ¡Imagina lo que podría hacer con tu lavadora!

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Nosotros pasamos dos jornadas en Pamukkale. En la primera ascendimos la ladera al atardecer, y llegamos a Hierápolis justo a tiempo para refugiarnos en el museo de escultura de una tormenta magnífica que dejó la atmósfera y nuestra atención aún más electrizada.

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El segundo día madrugamos para acceder por la puerta norte de Hierápolis antes de que llegaran las multitudes de turistas organizados en autocares que hacen la visita en un día y arrasan con todo.  Visitamos Hierápolis, sobre todo el teatro romano (donde se hacen espectáculos de música y teatro por las noches), paseamos de nuevo admirando las formaciones de cal y descendimos la ladera a mediodía.

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Sorprende la falta de respeto de algunos hacia las ruinas de la antigüedad; es algo que deberían prevenir los guardias; pero ya que ocurre la verdad es que la foto resulta elocuente en su contraste de ruina venerable y joven descaro.

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Ojo con las insolaciones; siempre a mano agua fresca, cubrirse la cabeza y descansar lo que se pueda en las sombras disponibles.

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En Pamukkale nos alojamos en el hotel Ayapam, que es correcto, tiene buenas visitas hacia la montaña y buen precio. No es necesario contratar ninguna guía para disfrutar Pamukkale / Hierápolis; todo se puede hacer por cuenta propia. Claro que se agradecría un buen «cicerone» capaz de hacernos imaginar la vida en las ruinas milenarias, pero la mayor parte de los guías son más bien gente con cierta prisa por terminar el tour y algunos tópicos como discurso.

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En cualquier caso, no dejéis de incluír Pamukkale en vuestro viaje a Turquía, si algún día lo hacéis. No os arrepentiréis.

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