La gripe es un océano
de sábanas sudadas y pastillas.
Es un cielo
de nubes imprecisas y aspirinas.
Es un mareo
de tiempo indefinido y llamadas
de familiares, amigos, wasaps,
«¿estás bien?», «cuídate».
La gripe es una biblioteca
inmensa,
de comics y tebeos fabulosos,
es un país, un mundo, un territorio
de fiebre y aventuras, donde todo es posible.
La gripe es una bendición periódica
que permite no responder, callar, dormir
todo el día, pasar olímpicamente
del jefe, la suegra, el marido, la gripe
es como la nieve. Cuando cae -apenas
una vez al año, en España, pobre España-
todo se para, no hay cole, no hay curro,
volvemos a ser un niño
merecedor de cuidados y mimos, la gripe
es como la nieve, como un buen sueño, recompensa
de no sé sabe qué, excedencia temporal
invernal de obligaciones, bendita gripe,
te quiero, te echo de menos, cof, cof, cof, ayyyyyy.

 

 

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