Conversaciones, quiebros, improbables
abrazos que diluída ven su alta
tensión en cada mínima tregua:
lentos sorbos de perdición querida.
Fuera, la noche, paciente, vela
nuestras oraciones mejores, guarda
intacto casi el inefable tesoro
donde monedas de luz se oxidan
lenta, irreversiblemente. Son blancos
los ojos que en el mar o niebla
confusa del dolor -faros- reclaman
una voz exacta, germen de nuevas
tentaciones, pacto de asombro.
Es ella quien hunde y salva el amor.

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