Acabo de leer, fragmentariamente, «El Lector de Castaneda», publicado por Sete Goytre en Bubok. Es un libro apasionado y sorprendente, escrito por una de las personas que más ha leído, creído, disfrutado, vivido y ensayado Las Enseñanzas de Don Juan. Está dividido en dos partes. En la primera se agrupan, a modo de índices temáticos, citas de la obra de Castaneda por palabras clave o rangos temáticos. Después de leer la segunda, se tiene la impresión de que ésta primera parte pertenece a una etapa de admiración superada.

De hecho, uno espera que lleguen las hojas en las que con un mínimo de crítica literaria e histórica el autor aborde el fenómeno literario de Carlos Castaneda no como exégeta, sino como crítico literario: fechas, datos, intrahistoria, reportaje, investigación.

Quizás por eso salta a la segunda parte, «Recuentos Brujos». Entonces empieza lo bueno. Sete se muestra tan mesurada y sistemáticamente despiadado con el fraude masivo que supuso Castaneda que apenas deja títere con cabeza. Lo hace, además, desde la posición del conocimiento cuasi perfecto de la integralidad de su obra, y -lo que es más, y mejor- desde la pasión herida pero nunca rencorosa de quien verdaderamente creyó en el Camino del Guerrero.

Qué paradoja: entonces Sete Goytre resulta ver un verdadero guerrero, destripando metódica y pacientemente, sin ira pero con amargura, con decepción pero sin rabia, las mentiras en la vida y obra de Carlos Castaneda. Sólo se echa de menos el aparato crítico habitual de citas, notas y referencias a publicaciones periódicas para que la obra sea una auténtica cumbre de la erudición filológica.

Yo también -y quién no, nacido entre 1955 y 1970, varón y fantasioso- disfruté intensísimamente con los cuatro primeros libros de Carlos Castaneda: Las Enseñanzas de Don Juan, Una realidad aparte, Viaje a Ixtlán y Relatos de poder. Es más, no me moriré sin haber disfrutado una vez más la entretenídisima lectura de esos cuatro libros, que parecen pasar de página solos, como los relatos de Raymond Chandler o Ross McDonald (que por cierto también leía por aquélla época y también proviene de la atmósfera creativa de Los Angeles y San Francisco).

Recuerdo que Sete me dijo una vez, hace muchos años, comentando la obra de Castaneda: «Me da igual si es verdad o es mentira. Es como los libros de Tarzán. Es mi Tarzán». Qué maravillosa apología del entretenimiento literario, de la necesidad de fantasía y fabulación, en aquélla frase casual. Y qué potencia casi indisoluble en el tiempo que más de treinta años después de aquél comentario Sete publique «El Lector de Castaneda», a la vez homenaje y desprecio de una las series literarias más productivas, interesantes, influyentes y controvertidas del siglo XX.

Hay una cosa que Sete no duda: Don Juan existió. Claro que existió. Fue Charles Bukowsky.

 

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