Se acaba 2009
Se acaba un año que empezó con muy malos augurios. Recuerdo la nevada de los primeros días de Enero. Recuerdo que entonces pensé que un año que se prometía tan malo seguramente terminara con buenas noticias, por eso del efecto decepción (si esperamos lo malo corremos menos riesgos). Lo mismo que cuando vas de viaje a una ciudad que no te interesa y vuelves encantado.
Y es verdad que ha sido duro. Muy duro, incluso. Yo personalmente no me puedo quejar demasiado, pero uno a su alrededor vé desconcierto, incertidumbre, y un poco de ese miedo al futuro que nos hace más egoístas.
El mejor remedio contra el miedo no es el valor, sino la alegría. El miedo es un fantasma nocturno que se esfuma en cuanto la luz del sol y la claridad del paisaje entran por la ventana. Y el ser humano tiene capacidad para autogenerar alegría. Hay muchas fuentes y razones, y la mayor parte renovables y sostenibles.
Si me pongo a recordar momentos alegres de este año, me vienen bastantes: aquélla primera nevada; los viajes a Londres en Marzo y Abril; los trabajos de Turismo en Huelva; algún éxito en concursos profesionales; las cenas con la Cuadrilla de Perros Viejos; el fabuloso viaje a Birmania del verano; la Canon 500 y las fotos que saca de la nada; el Fujitsu de 4 GB de Ram con el que escribo; el descubrimiento de WordPress; paseos por los bosques de Otoño en Miraflores; las paellas familiares; la tranquilidad en casa; los baños de piscina del verano; las cenas bajo la lluvia en Malta…
El último ha sido hoy mismo: el brindis con los compañeros de trabajo por 2010, y escuchar «My Saving Grace» de Mariah Carey en nuestro nuevo garage laboral, que no tiene ventanas, pero tiene futuro. ( Mariah Carey – My Saving Grace )
La alegría disipa el miedo, y nos hace fuertes. El valor para hacer frente a los momentos difíciles viene después, con toda naturalidad.
A todos y todas, lo que más es deseo es mucha alegría en 2010. Buscarla como el bien más preciado, la piedra filosofal que transforma en oro momentos de plomo, piedra o humo. Y que vengan también alegrías inesperadas, que son la guinda.
Feliz 2010!!!
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Para mi ha sido un año logarítmicamente malo. Triste. Solitario. Sin fuerzas. Un año que empezó mal, se desarrolló mal, y se empeñó en gestar un desastre irremediable, que acabó por consumarse (pues los vencidos por vocación somos víctimas invencibles: luchamos para perder, no para ganar). Ni los únicos tres días de vacaciones que he tenido fueron buenos: me lo pasé fatal, en un viaje fallido donde todo me salió al revés. ¿Alegría? En el momento más agudo de la crisis, voy y me quedo sin curro, enfermo y sin paro, por culpa de una mala compañera y una campaña de difamación. El logaritmo me ha salvado: cuando todo apuntaba a la perdición, justo en el horizonte de sucesos de ese agujero negro, la curva de repente repunta y todo se arregla, en apenas los diez últimos días del año. El apoyo de mi hermano es de las pocas cosas buenas que me han ocurrido este año, un factor esencial en ese repunte salvador. Por los pelos, pues. Ése es mi resúmen del año. El año en que faltó el canto de la picha de un virus para perder mi último resto de alegría.