Ya que sin tí no puede nadie

llegar al Paraíso,

tiéndeme la mano,

arrástrame y dirige

mi voluntad,

pues  yo solo no sé

gobernar mi vida loca.

No sé por qué no puedo

moverme hacia la luz, si es lo que quiero

y sé que es lo que debo.

Condúceme tú entonces:

acciona mis pasos dormidos,

dirígelos hacia tí.

Si intento levantarme, me pesa

mi vida toda pecadora:

se acerca ya el momento decisivo,

y quiero ver si evito la condena

final.

Haz que tu dulce sangre

mi corazón ablande,

como a otros antes.

¿No sabes por dónde

comenzar a perdonarme?

No busques mis pecados en las obras

de la mente, sino en las de la carne.

Sé que mis oraciones tienen poco crédito,

y pocas de mis obras me defienden.

Pero dicen -y yo espero- que no renuncias nunca

a rescatar un alma desvariada.

¿Qué puedo hacer, si reconozco

que no me esfuerzo tanto como debería?

Perdóname: este canto es un lío:

mi corazón escribe

versos malos y dementes.

¡Pero es que

tengo miedo al infierno, a donde voy

de cabeza, por más que intento

desviar el rumbo!

Recuerdo que salvaste a un vividor

de vida tan dudosa quizás como la mía:

tu aliento sopla donde no se espera,

y tu perdón –tesoro deseado

más que el oro- es siempre imprevisible.

Estoy seguro de que tienes

buenas razones

para dar la vida o disponer su fin.

Todo es igual si viene de tu parte,

y loco es aquél que no sabe aceptarlo.

Amor al mal, ignorancia del bien,

son causa de que muchos nos perdamos.

Te ruego que me des corazón fuerte

capaz de maridar su voluntad y tus deseos.

Y como sé que el mundo me pervierte,

si quieres, dame fuerza

también para dejarlo.

Hazme sentir el placer de los justos,

el plácido calor de la buenaventura,

de forma que mi carne pecadora

se engañe, y crea suyas tus caricias.

Ayúdame, Señor, que no puedo moverme.

Mis pasos se resisten a tu calle.

Están tan arraigadas en mí las perversiones

que toda obra de bien me sabe amarga.

¡Señor, ten piedad! ¡Invierte mis instintos,

transforma mi deseo, arráncame la lengua

culpable de los besos prohibidos!

La muerte aceptaré por pena suave.

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