Mi Ausias March, 105: Canto Espiritual
Ya que sin tí no puede nadie
llegar al Paraíso,
tiéndeme la mano,
arrástrame y dirige
mi voluntad,
pues yo solo no sé
gobernar mi vida loca.
No sé por qué no puedo
moverme hacia la luz, si es lo que quiero
y sé que es lo que debo.
Condúceme tú entonces:
acciona mis pasos dormidos,
dirígelos hacia tí.
Si intento levantarme, me pesa
mi vida toda pecadora:
se acerca ya el momento decisivo,
y quiero ver si evito la condena
final.
Haz que tu dulce sangre
mi corazón ablande,
como a otros antes.
¿No sabes por dónde
comenzar a perdonarme?
No busques mis pecados en las obras
de la mente, sino en las de la carne.
Sé que mis oraciones tienen poco crédito,
y pocas de mis obras me defienden.
Pero dicen -y yo espero- que no renuncias nunca
a rescatar un alma desvariada.
¿Qué puedo hacer, si reconozco
que no me esfuerzo tanto como debería?
Perdóname: este canto es un lío:
mi corazón escribe
versos malos y dementes.
¡Pero es que
tengo miedo al infierno, a donde voy
de cabeza, por más que intento
desviar el rumbo!
Recuerdo que salvaste a un vividor
de vida tan dudosa quizás como la mía:
tu aliento sopla donde no se espera,
y tu perdón –tesoro deseado
más que el oro- es siempre imprevisible.
Estoy seguro de que tienes
buenas razones
para dar la vida o disponer su fin.
Todo es igual si viene de tu parte,
y loco es aquél que no sabe aceptarlo.
Amor al mal, ignorancia del bien,
son causa de que muchos nos perdamos.
Te ruego que me des corazón fuerte
capaz de maridar su voluntad y tus deseos.
Y como sé que el mundo me pervierte,
si quieres, dame fuerza
también para dejarlo.
Hazme sentir el placer de los justos,
el plácido calor de la buenaventura,
de forma que mi carne pecadora
se engañe, y crea suyas tus caricias.
Ayúdame, Señor, que no puedo moverme.
Mis pasos se resisten a tu calle.
Están tan arraigadas en mí las perversiones
que toda obra de bien me sabe amarga.
¡Señor, ten piedad! ¡Invierte mis instintos,
transforma mi deseo, arráncame la lengua
culpable de los besos prohibidos!
La muerte aceptaré por pena suave.
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