Dieta y vestuario.

El hombre y la mujer Invisibles, como todos, tienen que cuidar su dieta. Una cosa es que no te vean y otra que utilices tus poderes para esconder la voluminosa tripa o las innobles bolsas de grasa que comienzan a colgar de tus mejillas. Mucha fruta, carne fresca, pescado a la plancha (con mucho limón, ajo y perejil), y vino. El vino es básico en la dieta de la Invisibilidad, y ello por varias razones: a) espanta la mala suerte; b) agudiza los sentidos; c) es barato; d) hay en todas partes.

El único inconveniente, y no muy importante, es el aliento. Si notas un indefinido tufillo a tinto a tu alrededor, y te encuentras en cualquier ambiente impropio del mismo, sospecha que un aficionado te ronda. Aplica las técnicas descritas en el siguiente capítulo (Descubriendo al Hombre Invisible).

En cuanto a vestuario, se recomiendan los colores naturales, vivos, marcados, y las líneas ajustadas, clásicas, correctas sin resultar llamativas.

De vez en cuando, sé Evidente.

Debes estar prevenido contra una de las tentaciones más frecuentes para quienes se inician en el Limpio Arte de la Invisibilidad: pasar demasiado tiempo en estado incorpóreo. En efecto, los neófitos -y esto habla muy a favor de su ánimo y dedicación, pero debe ser moderado- se entusiasman tanto con su nueva capacidad que tienden a permanecer Invisibles más tiempo del conveniente; incluso dejan de ir a trabajar, convencidos de que el Arte les resolverá los problemas de subsistencia elemental y de que la vida es mucho más divertida cuando uno pasa desapercibido. Ante esto, hay que dejar bien claro lo siguiente: la Invisibilidad se apoya substancialmente sobre el pensamiento ajeno, así que un tiempo excesivo fuera de circulación puede tener la simple consecuencia de pérdida de facultades, con el consiguiente desánimo; el abuso de incorporeidad -esto está más que comprobado- conduce a la melancolía. Reserva tus facultades para ocasiones realmente merecedoras, sin que esto signifique que no puedas divertirte y hacer buenas Perrerías desde la impunidad. El hombre/mujer/transexual/loquesea, por suerte o por desgracia, es un ser social, y el desuso de trato con nuestros prójimos conduce a la pérdida de sensación de realidad, y de ahí a la tristeza, y quizás a la perfidia.

Como antídoto para excesos te proponemos un remedio bien sencillo: cuando seas visible, ¡selo a más no poder ! Regodéate en tu cuerpo y tu presencia : ¡actúa, habla, muévete, trabaja, hazte notar, alterna, pásalo en grande ! Ahora que sabes que el hecho de que los demás sepan o no que estás entre ellos es perfectamente discreccional, es el momento idóneo para disfrutar, también, los ratos que pasamos físicamente presentes.

Haz barbaridades: no te cortes. Arréglate, ponte guapo : que los demás disfruten con tu presencia. Sé amable, diviértete con los que te aprecian, sé duro con los mezquinos y malvados, no te dejes pisar: cuando seas visible no te conformes: sé también evidente.

 

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