En Rangún, tras los pasos de Neruda.
Música de Luis Salinas (“Te extraño”), a quien no nos cansamos de recomendar…
Uno de los estímulos fundamentales para el viaje a Birmania en verano de 2009 fue la posibilidad de visitar algunos de los lugares donde se gestó «Residencia en la Tierra». Éste es sin duda uno de mis libros de poesía de cabecera, y quizás el que más me impactó en los primeros años de universidad. Despliega un romanticismo genuíno -nocturno, solitario, desafiante y apasionado-, combinado con la experimentación surrealista de los años 20, tan liberadora, y a la vez atemperado por el carácter naturalmente equilibrado y sensato del poeta. Su imaginería oceánica, el raro universo -ni urbano ni natural- en el que se mueven sus personajes y figuras, y sobre todo, la potencia del sentimiento expresado, hacen de «Residencia en la Tierra» un libro sin lugar a duda indispensable para entender y disfrutar la poesía en castellano del siglo XX y posteriores.
Rangún -hoy Yangón-, capital de Birmania -hoy Myanmar-, fue el primer destino consular de Pablo Neruda, la primera etapa de su periplo por tierras de oriente, tan lejos de su Chile natal, y con apenas 23 años cumplidos. El propio poeta aclara en su correspondencia que «Residencia en la Tierra» ya estaba iniciado cuando salió de Chile (con título provisional revelador de «Colección Nocturna»), y ha limitado la influencia de las tierras y la cultura oriental en su poesía, contradiciendo a algunos críticos que sugerían una penetración de la filosofía budista y el pensamiento oriental en el joven poeta chileno. Neruda simplemente piensa que la mayor influencia de su viaje oriental en su poesía fue la de confrontarle a una soledad profundísima, en tierra extraña, extrañísima, en una cultura y una lengua alejada a más no poder de sus raíces.
Afortunadamente fue a parar Neruda a Birmania en su destierro voluntario y consular. Aunque dé escalofríos imaginar las condiciones de vida de la ciudad en los años 1920, después de ver cómo están en 2009, el natural bondadoso y sonriente de la población birmana, su generalizada falta de maldad y sincera buena fé en su relación con los extranjeros, hicieron posible, creo, que Neruda no tuviera que añadir ni el terror cotidiano, ni el rechazo o desprecio social, a su formidable aventura de desarraigo vital. Hay un episodio que él mismo narra en alguna de sus cartas y que es revelador en este sentido: en un viaje en autobús, nocturno y lluvioso, Neruda y su amigo Hinojosa se creen secuestrados por una banda de ladrones. Es verdad que el aspecto de muchos birmanos de a pie es claramente patibulario, con su delgadez extrema, su piel oscura, sus dientes interrumpidos y alguna que otra cicatriz en la cara. Ver a varios de ellos merodear alrededor de uno, intercambiando mensajes y conversaciones ininteligibles, en un suburbio de Rangún, puede convencerte con toda naturalidad de que ha llegado tu hora y de que te van a despellejar por un reloj de veinte euros. La pequeña aventura de Neruda e Hinojosa acabó en casa de uno de los presuntos bandidos, ante unos platos de sopa caliente y un fuego acogedor; lo que murmuraban a su alrededor era sólo cómo reunir los mejores alimentos para agasajarles en una noche hostil y turbulenta como la que hacía.
En la bandera de Birmania -o Myanmar, disculpen- debería ondear una sonrisa. Es tan omnipresente este gesto natural, especialmente hacia el extranjero, que acaba por empaparte y contagiar, y al cabo de dos o tres días uno mismo la tiene a flor de cara, facilona y agradable. ¿Se cruza una mirada furtiva con una mujer que pasa a nuestro lado en bici? Ella sonríe abiertamente, y con toda espontaneidad la luz del gesto disipa cualquier atisbo de pensamiento malsano. ¿Nos piden el pasaporte? El agente sonríe mientras espera que lo saquemos del macuto. Supongo que esta sonrisa también será capaz de trocarse en mueca de verdugo cuando, en boca de un militar altivo, preceda a un culatazo o al cierre de la mazmorra donde cientos de prisioneros políticos languidecen hoy todavía. Pero una cosa no quita la otra: las sonrisas que los niños, las mujeres y los hombres dedican al viajero en Myanmar podrían contarse por decenas o quizá más al día, y desde luego lo facilita todo. Supongo que aunque fueran todavía más pobres de lo que son ahora, en los años 1920 los birmanos ya sonreían igual, y que eso hizo posible en alguna medida que Neruda soportara mejor el destierro consular, la soledad que se le echaba encima.
Antes de comenzar el viaje, pregunté en la Agencia -Nuba, especializada en turismo cultural- si podían hacer algunas gestiones para averiguar si había en Rangún algo parecido a una casa-museo de Pablo Neruda, o siquiera algunas fotos en el consulado de Chile. No encontraron nada. Y una vez allí le pedí a nuestro guía local que hiciera las mismas gestiones. Tampoco dió resultado. El paso de Neruda por Rangún no ha dejado más rastro que el de sus propios versos. Yo no sé cuántos chilenos, o cuántos aficionados al turismo cultural, estimarían que una visita a esa posible casa-museo sería un aliciente adicional para viajar a Myanmar. Sí sé, después de visitar el país, que ni el gobierno tiene mucho interés en potenciar el turismo: dentro de su lógica de cerrazón al exterior los turistas suponemos una especia de virus maligno de influencia exterior. Así que entre unas cosas y otras me temo que pasarán todavía algunas décadas hasta que un proyecto similar sea ni siquiera planficable. Sería bonito que alrededor de 2027, primer centenario de la llegada del poeta a Rangún, se pudiera hacer al menos un homenaje. Quizás esto hermanaría Málaga -cuna de la generación del 27- y la lejana Rangún…
Hay un libro magnífico que -a posteriori, para mi desgracia- ilumina y explica con mucha amenidad y buenas fuentes la odisea oriental de Pablo Neruda. Se trata de «Pablo Neruda: los caminos de Oriente. Tras los pasos del poeta itinerante», escrito por Edmundo Olivares Briones, publicado en el año 2000 en la colección Texto sobre Texto de Ediciones LOM, y accesible únicamente -que yo sepa- a través de Google Books.
(Y permítanseme unas líneas de paso para defender el proyecto cultural Google Books, única manera de acceder a libros descatalogados, como el que nos ocupa, del os que existen sólo pocos ejemplares en bibliotecas remotas; el proyecto de Google de escanearlos y ponerlos a disposición gratuíta de la comunidad cultura mundial les hace en mi opinión dignos del Príncipe de Asturias de Humanidades).
Edmundo Olivares se basa en la correspondencia de Neruda para hacernos revivir los años decisivos del trayecto oriental de una manera fascinante y amena. ¡Ay, por qué no lo habría encontrado antes del viaje! Hubiera sabido lo que no pudieron decirme ni el agente de viajes ni el guía local: el nombre de la calle, al menos, donde residió en Rangún el autor de Residencia en la Tierra. Una calle de nombre sonoro y alegre: Dalhousie Street. Es el tramo inicial de Maha Bandola Rd.
Ver Maha Bandula Rd en un mapa más grande
¡Qué cerca estuve, y no pasé por ella! Es una de las cuatro aspas de cruz que salen del mismo centro de la ciudad, la Sule Pagoda. Está cerca, naturalmente, de los centros oficiales y comerciales, y la supongo tan bulliciosa y degradada como todas las demas, pero ¡cuánto me hubiera gustado verla! Ahora tendré que volver sólo para esto…
Del libro de Olivares se aprenden más cosas: que fueron muy pocos los poemas de Residencia… que el poeta redactó en Rangún. Quizás el más conocido, Tango del Viudo, lo escribió además en el ferry que le despedía definitivamente de la ciudad, tras quince meses de residencia y tras nueva asignación de destino consular en Ceilán -hoy Sri Lanka. Resulta que fue en este segundo destino, en una casa solitaria del barrio de Batavia, cerca de Colombo, oyendo una y otra vez la Sonata para Violín y Piano de César Franck, y sin más compañía que una mangosta fiel y cazaserpientes, donde se tramaron la Barcarola, Melancolía en las Familias, El sur del océano… ¡Tendré que ir también a Ceilán!
Es curioso que los únicos que rechazaran socialmente al poeta en Rangún fueran los ingleses. Estirados y coloniales, le retiraron el saludo la segunda noche que le vieron montado en uno de los carricoches que conducían a los clientes de las prostitutas locales. Neruda pasó olímpicamente, por fortuna, de integrarse en las camarillas coloniales, y en su lugar visitó a las mujeres locales, conoció los fumaderos de opio, participó en bodas y rituales, se dejó hipnotizar por la música birmana. Y seguramente mientras hacía todo esto -a menudo en compañía de su amigo Alvaro Hinojosa (¿hermano del poeta José María, o es demasiada casualidad?), fue aprendiendo a sonreír con la elegancia natural y honda con la que sonríen los birmanos y birmanas. Quizás la famosa influencia de Rangún en Neruda termine siendo esa sonrisa… no sería poco.
NOTAS DE 2013:
Felizmente, este post ha tenido continuación en el contacto y viaje del periodista Gaspar Ruiz-Canela a Rangún en Marzo de 2013. Gaspar ha tenido la amabilidad de contactarme antes y de enviarme después el fruto de sus propias pesquisas en busca de la mítica casa de Dalhousie Street.
Aquí podéis ver el artículo de Gaspar publicado en Eldiario.es.
Y aquí un video elaborado por EFE a partir de las imágenes grabadas por Gaspar.
Ambos documentos enriquecen la labor de los nerudianos apasionados y entusiastas de la recuperación de la memoria histórica de los años orientales de Neruda. ¡Esperamos que esta labor sea seguida y recogida por otr@s!
También os adjunto a continuación la lectura personal de 3 poemas de «Residencia en la Tierra», para terminar de entrar en materia…
6 Responses to En Rangún, tras los pasos de Neruda.
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Ese pedazo de blogger! Pues sí, habrá que leerse ‘Residencia en la Tierra’… ¡Qué pedazo de viaje!
Ahora estoy trabajando en el audiovisual del viaje… Muy pronto disponible on-line! Besos!!
@fatimaperibanez
Genial sería saber detalles del viaje mediante el audiovisual, me avisas para apreciar su contenido. Sl2 desde Chile!!!
Hola, Alberto.Buscando antecedentes de Bagán me he tropezado con tu interés por Neruda en Yangón. Acabo de ir a las cuatro ciudades de Oriente donde ese Neruda casi adolescente estuvo como cónsul. Algo encontré en Sri Lanka, Batavia y Singapur. Nada que se aparezca a un museo o algo así, pero sí placas en su recuerdo y una bella suite en el nostálgico Raffles de Singapur. Un tema que me apasiona, como a ti, y tuve la suerte de conocerle y entrevistarle varias veces en Isla Negra para Excelsior de México y El Mercurio, de Santiago, donde vivo, pues soy chileno. También entrevisté a Albertina Azócar, su gran amor, y a su medio hermana Laura,ambas ya entradas en años, y ahora muertas.
He saboreado como tú el libro de Edmundo Olivares,y otro excelente de David Schidlowsky (Las Furias y las penas), en el cual destina varios cientos de páginas a entregar los resultados de una valiosa investigación personal sobre ese Neruda y el que vino luego.
Aún no he escrito nada (me dedico a escribir de viajes), pero espero hacerlo en la prensa o en un librito, pues parece que nadie,ni siquiera los dos autores citados antes, visitaron esas cuatro ciudades con tal propósito, y falta una puesta al día y una visión personal de lo que Neruda conoció.
Hace poco hice una nota sobre Borobudur, y me encontré que un joven poeta local inventó un supuesto encuentro de Neruda con Tagore, en ese lugar de Ceilán, algo imposible por la fecha en que Tagore estuvo allí, y porque Neruda jamás menciona a Borobudur en sus textos, y si lo hubiese conocido nunca lo habría dejado afuera.
No te aburro más. Sólo quisiera que sientas la libertad para hacerme cualquier consulta sobre este tema que nos apasiona. Un saludo
Enviado vía mail por Luis Alberto Ganderats Peigneguy
Hola, Luis Alberto,
Muchas gracias por tus notas, que me dan gran alegría. ¿Te importaría si las añado como comentario al artículo en el blog? Así puede constituírse en abierto una pequeña comunidad de interesados por los pasos orientales del gran Pablo. Hace poco Gaspar Canela, periodista de la agencia EFE, hizo también algunas notas de complemento. No conozco el libro de David Schidlowsky, pero haré por conseguir un ejemplar.
La generación del 27, en la que el joven Neruda de alguna forma toma parte -fueron frecuentes sus recaladas en Madrid aquéllos años- viajó poco. Fue una generación poética muy arraigada en la tierra propia, con ocasionales excursiones todo lo más a París o Londres. Sin embargo, el periplo oriental de Neruda supone un choque cultural -y en gran medida personal- que da una hondura y una dimensión global a la poesía en español de la primera mitad del siglo XX. En ese choque la raíz humana y cultural da lo mejor de sí misma.
Gracias de nuevo, y dime por favor si puedo hacer públicas estas notas, y obviamente mi respuesta.
Saludos cordiales,
Alberto Goytre
Hola, Alberto: Te respondo por mi otro correo, pues el anterior está fallando.
Sobre tu consulta: por supuesto puedes publicarlo en tu blog como comentario. En la tercera línea hay un error de tipeo, dice aparezca donde debe decir parezca (ya te vas enterando que soy un maniático).
La editorial de David Schidlowsky es RIL Editores. ril@rileditores.com http://www.rileditores.com
A propósito de tu sección Frases Perversas, debo decirte que las he disfrutado. Me gusta ese género. Tengo entre mis libros dos de Ediciones del Prado, colección Palabras Mayores, uno de Pancracio Celdrán, y otro de Gregorio Doval, titulados Inventario General de Insultos y Florilegio de frases envenenadas; una antología de la maledicencias. Los encontré en B.Aires hace años. Seguramente tú los conoces.
Saludos afectuosos, L.Ganderats