Sin deseo de nada deshonesto

-que suele ser la causa del dolor-

sufro, ya que busco tu cariño

y evito al mismo tiempo tu caída.

Lo que más quiero de tí son tus ojos,

la nítida inocencia que destellan.

No pido más: que crucemos una mirada

de vez en cuando, y ver

en ella siempre el mismo brillo

prometedor, relámpago del paraíso.

Conducen a tu imagen mis sueños todos.

Mi tejido nervioso es un laberinto

cuya única salida está en tus labios.

Me enamora tu deliciosa reserva,

la mágica corriente entre tus ojos

y el borde de tu boca, sonriendo.

Estoy tan empapado de tu encanto

que a veces creo dormir, y sólo sueño.

No cesará jamás mi amor constante,

arroyo de una fuente inagotable:

el alma, que como no tiene materia

no puede perder nada al desgastarse.

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