Padre

Tu tristeza vertebral irá conmigo

siempre. Puede que cambie mi suerte,

y jóvenes de enormes ojos tiemblen

junto a mí, bajo los sauces. Idilios

sucederán, tal vez, o las voraces

sirenas del silencio me secuestren

y -criatura del sol- sobre la nieve

abandonen: tu callado presagio

desde el silencio presidirá siempre

las azules, oscuras, residencias

interiores donde los mil colores

del terror -la forma peculiar

de transcurrir que somos- se genera:

el único nuestro, auténtico, nombre.

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