En la historia de la Humanidad hay unos cuantos momentos estelares -que diría Stefan Zweig- que marcan un antes y un después. Mencionaré algunos, al azar, pues es difícil establecer así, a bote pronto, una relación exhaustiva.

El descubrimiento de la Matemática es quizás el más importante de todos. Gracias a ella el mundo se hace comprensible; las transacciones, posibles; los campos, medibles; el futuro, contable. La Matemática -arte de contar, medir y proyectar- posibilita la astronomía, y de ahí la meteorología. Cierto es que aún antes de la Matemática es necesario el Lenguaje, algún tipo de código de signos verbales y escritos que la comunidad pueda entender con independencia de la conexión física de la conversación.

Después de la Matemática, el segundo gran descubrimiento de la humanidad es la Física. Gracias a ella, se pueden programar y medir movimientos, trayectorias, gravedades, presiones, circunstancias. La Física es una matemática que transige con la realidad. (Vaya, me ha salido una frase que podría haber escrito Cioran! 🙂 Una matemática aplicada al día, que negocia con el tiempo, que admite que cada día es diferente del anterior, y cada país un mundo, y cada hombre un abismo, y cada mujer lo mismo.

La Química, ciencia encomiable sin duda, tiene un origen ambigüo -la ambición de alquimistas de todos los tiempos por hallar la piedra filosofal- pero también una carta de presentación intachable: procede de la experiencia directa de tintes, mejunjes, potajes, venenos, polvos, gases, preparados… Ciencia inicialmente callejera, casi barriobajera y de dudosa reputación, fue rescatada sin embargo para el olimpo del conocimiento por las dos anteriores, la Matemática y la Física, que la hicieron suya, lavaron la cara y admitieron en el hospicio de la sabiduría.

Por medio de todo esto se sitúa una ciencia que no suele ser muy especialmente apreciada y reconocida: la Óptica. Sin embargo, su importancia es crucial. La Óptica es el punto de encuentro entre la Matemática y la Imaginación (o Fantasía). Gracias al domesticamiento de los rayos luminosos en vidrios convenientemente tratados, el ojo pudo mirar mucho más lejos o mucho más hondo. Eso le permitió comprender -o mejor aún, imaginar- que el mundo es infinito en todos los sentidos.

Tras los descubrimientos ópticos de Leevenhoek, el mundo se lanzó, como niños, a una vertiginosa exploración de «lo más pequeño» -células, moléculas, átomos, partículas..- y «lo inconmensurable» -sistemas, galaxias, el universo ilimitado.

Esa aventura no ha concluído aún, ni mucho menos. Ni el megatelescopio Hubble, ni los análisis de ADN han dicho su última palabra. Uno siente cierto vértigo ante la sensación de que el mundo, lo mires por donde lo mires, no tiene límites. Ni hacia arriba, ni hacia abajo. Nunca se descubrirá el límite inferior de la materia, ni la frontera del universo. Sencillamente, porque no existen.

El universo, como la vida de cada cual, es una cuestión de fé. No religiosa, ni mucho menos: emotiva, mental, personal. Las únicas certezas válidas proceden del corazón.

Y llego ahora al título de este post: Boole, Distancia, Velocidad. El penúltimo gran descubrimiento de la humanidad, tras la Matemática, la Física, la Química y la Óptica, es la Informática.

La Informática parte del Álgebra de Boole: una cosa es cierta o no la es, simplemente. ¡Qué maravilla, verdad? O es de día, o es de noche. Y si estamos en una zona ambigüa, definamos la hora y el segundo exacto a partir del cual cambia la cosa. Una moneda ha caído de cara, o de cruz. Pixels. Unos y ceros, 1 / 0, sí / no. Podría parecer que un planteamiento tan simplista es contrario o repugnaría a la inteligencia humana, pero qué va.

Combinando el álgebra de Boole con la distancia obtenemos prácticamente cualquier matiz. Los unos y ceros vistos de cerca pueden adquirir millones de variantes, delicadísimas texturas, vistos con suficiente distancia. Esto ya lo vió Dalí, y muchos artistas que juegan con los efectos ópticos. ¿Veis? La Informática es hija de la Matemática -ciencia de lo cierto / incierto- y de la Óptica -ciencia de la proximidad / distancia.

Pero falta aún un elemento, una dimensión, la que Einstein adivinó: el Tiempo. Todas las verdades, al fin y al cabo, se sitúan en el tiempo. Heráclito lo formuló antes que nadie (no sé si el gran Albert le dedicó algún agradecimiento por ello). No te puedes bañar dos veces en el mismo río, ni ver dos veces la misma luna, ni besar dos veces los mismos labios.

La introducción del factor Tiempo supone mucho en el esquema del conocimiento y el progreso. Sencillamente, porque no es lo mismo procesar una operación de Boole en un segundo que hacerlo en fracciones infinitesimales. El Tiempo es el equivalente vital de la distancia. La distancia seguirá ahí cuando nosotros ya no estemos, pero el tiempo no.

Sobre todo, el Tiempo es realmente la cuarta dimensión. (Puede que haya muchas más aún sin descubrir, como sugiere Sete Goytre).

La Informática combina Matemática -álgebra de Boole-; Distancia -millones de operaciones concatenadas-; y Tiempo -velocidad de proceso de dichas operaciones para llegar a un resultado.

La Informática es seguramente el máximo exponente de la inteligencia humana. Debería enseñarse en las escuelas y ser reconocida como tal.

 

 

 

Tagged with:
 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.