Del Lago Inle uno se va con la sensación cierta de haber visto uno de los paraísos que aún quedan en la Tierra. Se trata de una extensión de agua dulce de unos veinte kilómetros de largo y seis de ancho, que se desborda en los alrededores en numerosas sucursales pantanosas cubiertas de juncos, lirios de agua, nenúfares, lotos y matorrales de diverso tipo. El lugar es una de las referencias mundiales para los aficionados a la ornitología, pues por su ubicación y condiciones está habitado por cientos de especies de pájaros, patos, grullas y garzas, que se dejan observar sin malicia e incluso juegan con las barcas rondándolas para ver si pueden pescar insectos o larvas entre las aguas revueltas de su estela.

Todos los desplazamientos se hacen en barca. El perímetro del lago no tiene carreterras fiables, así que nos movemos en canoas alargadas, de poco fondo y bastante bamboleo, pero muy estables. Los niños del Lago Inle aprenden a pilotar estas barcas muy poco después que a andar. Y en ellas van al cole; y cuando crecen rondan con ellas las casas de las chicas al atardecer; y cuando trabajan lo hacen utilizándolas para pescar, cultivar huertos flotantes o vender sus mercancías. Están tan integrados con sus barcas que reman con una de las piernas; una pierna se enrosca al remo y con ella el piloto se propulsa como si andara sobre las aguas, de pie sobre la proa o la popa de su barca. También hay motores, claro, pero sólo al alcance de los más pudientes y de los servicios turísticos.

Los habitantes del Lago Inle viven en palafitos sostenidos sobre varios maderos verticales; el lago tiene poco fondo y permite estas construcciones. Las casas son de madera y los tejados trenzados con hojas de palma. Suelen tener dos plantas: una sin paredes muy poco por encima del agua, donde se lava, se cocina, se duerme la siesta o se repara la barca; y otra cerrada y con alguna ventana donde se duerme. La temperatura es estable durante todo el año en el entorno de los 25 o 30 grados, aunque puede haber picos bajos de 10 o altos de 45. Desde Junio a Septiembre las tardes se preñan de nubes monzónicas que descargan entre las 16 y las 18h.

Los habitantes del Lago Inle son aparentemente felices. Siempre sonríen al viajero, aunque no esperen nada a cambio, aunque sea en un simple cruce de barcas a distancia sin mayor trascendencia. Los niños pequeños saludan con sus bracitos y dicen «Hello!» o «Bye Bye!» en brazos de sus madres desde las ventanas o los porches de los palafitos. Uno acaba sintiéndose como el Rey de España después de tanto saludo, pero las muchas sonrisas terminan empapando y alegrando el alma, de forma que ni siquiera importa que el monzón nos pille en barca y nos empape todas las pertenencias.

En el video podéis ver una presentación con algunas de las fotos tomadas en el viaje a Birmania, en Agosto de 2009. Y si queréis alguna información personalizada, pues contactad conmigo a través de la pestaña superior, ok?

 

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2 Responses to El Paraíso del Lago Inle

  1. Cristina dice:

    Tiene que ser una experiencia increíble poder disfrutar de estas gentes y su naturelza.
    Cristina.

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